El Jesús que va a nacer es la ESPERANZA cumplida, es la VIDA que renace, es el CAMINO para adentrarse en el futuro, y es el AMOR de Dios manifestado una y otra vez, como memoria de lo que somos y lo que es Él. El ser humano ha de vivir siempre en actitud de ADVIENTO: de apertura confiada en la historia, en la que Dios ha nacido en Jesús, y por lo que entonces ya nada malo tiene la última palabra, ni nada bueno se pierde totalmente. La imágenes que encontramos al final del Adviento, en la Navidad: la del nuevo nacimiento (Belén), la luz que se enciende (la estrella), la acogida y la entrega (Los magos), la realidad del mal presente (Herodes), todas son imágenes prototípicas, simbólicas, de la propia realidad humana que estamos viviendo, de su misterio y de su valor, de un sentido y razón que nos vienen de Dios.
Nosotros participamos activamente de este Adviento, y de la ESPERANZA, de nuestro tiempo y nuestro mundo, cuando:
-Soñamos, como Isaías y los demás profetas.
-Preparamos los caminos, como el Bautista.
- Acogemos con alegría y disponibilidad la voluntad de Dios, como María.
Y así, entre todos construimos el Reino.
PERO, y esta es la otra cara de esta moneda, este tiempo es también un aviso de ALERTA, porque dice Juan: "Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron", y todavía seguimos sin recibirle. No solo los que no creen aun en Jesús, sino muchos que decimos creer, pero no al modo de Dios. De ahí que el Adviento tenga también una dimensión penitencial; no como la Cuaresma, pero exige cierto recogimiento, cierto silencio interior, cierta austeridad, que luego culminaría con el desborde de la alegría navideña (que también es Pascua, paso del Señor por nuestra vida).
"Nuestra tarea es buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo tal y como es y no como podría ser. El hecho de que el mundo sea diferente de lo que podría ser no altera la verdad de que Cristo está presente en él, y que Su plan no ha fracasado ni cambiado: en efecto, todo se hará conforme a Su voluntad. Nuestro adviento es la celebración de esa esperanza. Lo que es incierto no es la "venida" de Cristo sino nuestra acogida a Él, nuestra docilidad y capacidad de salir a Su encuentro".
Thomas Merton, en "Tiempos de celebración", 95.
DIOS ESTÁ SIEMPRE AHÍ, pero no le vemos; estamos ciegos, sordos, mudos; “derramados”, diría Teresa.Estamos dispersos, dormidos.
Jesús, que sigue viniendo, nos llama a la vida, que brota de nuestra “carne” bendecida por Él. Por eso: NECESITAMOS LA FE, que mueve montañas.NECESITAMOS LA ESPERANZA, que abre caminos.NECESITAMOS EL AMOR, que, dice el poeta, "convierte en milagro el barro".
CADA ADVIENTO, lo mismo que cada momento del ciclo litúrgico, es una nueva oportunidad que no debemos dejar pasar. Vivamos este Adviento, alegres y disponibles para Dios.
Este poema también marca alguna de las claves de la espera.
Esperaré a que crezca el árbol
y me dé sombra.
Pero abonaré la espera
con mis hojas secas.
Esperaré a que brote
el manantial
y me dé agua.
Pero despejaré mi cauce
de memorias enlodadas.
Esperaré a que apunte
la aurora
y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche
de postraciones y sudarios.
Esperaré que llegue
lo que no sé
y me sorprenda.
Pero vaciaré mi casa
de todo lo conquistado.
Y al abonar el árbol,
despejar el cauce,
sacudir la noche
y vaciar la casa,
mi tierra y mi lamento
se abrirán a la esperanza
(Continua...)
(Continua...)
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