"Para Pablo, Cristo es quien me libera de presiones internas y externas. Y estamos hoy tan dominados por tales presiones como en los tiempos de Pablo. Por un lado, nos domina la presión de tener que mostrarle algo a Dios, de tener que hacer algo ante sus ojos. Esta presión está profundamente arraigada en nuestro corazón. Consciente o inconscientemente, de algún modo creemos, sin embargo, que debemos ganarnos nuestro derecho a existir, que debemos hacer algo tanto ante Dios para poder existir ante Él, como ante los hombres para que nos quieran. Puede ser que la presión del perfeccionismo nos lleve a tratar de evitar todo error.
En la asistencia espiritual, muchas veces percibo la tiranía que puede ejercer semejante perfeccionismo. Por ella, las personas se ven obligadas a sobreexigirse constantemente, porque temen cometer errores. Y cuando cometen un error sienten que ya no valen nada, toda su estructura de vida se derrumba. Entonces intentan controlarse y controlar su comportamiento, sus emociones y palabras. Pero cuanto más controlan, tanto más se les escapa la vida de su control. Tienen una idea fija de evitar todo posible error y entonces caen de fracaso en fracaso. Por mucho que se esfuercen, no podrán librarse de la presión que esta situación ejerce sobre ellos. Podrán darse cuenta del perfeccionismo y maldecirlo, pero este seguirá impulsándolos a rendir más de lo que pueden.
Es la presión por tener su propia vida bajo control. Conozco mucha gente que, en mitad de la vida, entra en crisis. Muchos ni se permiten esta crisis. Sobre todo, porque nadie debe notar que su vida ya no está en el equilibrio que les gustaría mostrar hacia afuera. Y por eso intentan controlar la crisis con violencia".
Anselm Grün
(Con el corazón y todos los sentidos)
LUMEN
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