Pero quiero llamar la atención sobre José, a quien siempre se le achacan dudas a la hora de recibir a María, como si no estuviera seguro de su honestidad;el relato dice que José era un hombre justo, y ahí está la clave que permite interpretar la situación de otra manera.
Seguramente María le contó a José lo que había sentido y este, siendo justo, y con temor de Dios, creyó que lo conveniente era apartarse del camino de María para que esta pudiera seguir el plan de Dios con ella y el hijo por nacer. Pero entonces el ángel le habló a él, pidiéndole recibir a María como esposa, porque su colaboración era necesaria. Según las Escrituras judías, el Mesías sería "hijo de David", es decir, de su familia o descendencia, y por ello José, descendiente de David, adoptaba formalmente a Jesús como hijo y lo hacía partícipe de esa descendencia. Una vez escuchado el mensaje del ángel, el temor de Dios dejó paso a la obediencia (que siempre nace de la escucha). Como hombre justo, vemos en José esas dos cualidades fundamentales: temor de Dios y obediencia.
Y luego, pensando a María, descubro en su juventud y virginidad la condición de quien está totalmente disponible para Dios, la que hace espacio en su ser y su vida para ser colmada de la "gracia". No es meramente una condición biológica lo que hace que María sea escogida por Dios, sino su total disponibilidad, que el texto bíblico hace patente en su expresión: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Las otras madres bíblicas significativas: Sara, la madre de Sansón, la misma Isabel, eran mayores y estériles; María es joven y capaz de vida, y eso lo pone al servicio de la novedad total de Dios que espera el mundo.
Nosotros hoy, los cristianos, necesitamos cultivar esas tres virtudes: temor de Dios (reconocimiento de su infinitud y de la propia condición finita), obediencia (fidelidad a Dios en la vida) y disponibilidad para servir desde el desprendimiento total al proyecto de Vida de Dios para el mundo. Cristo quiere nacer, y nos necesita para hacerlo, pero su venida tiene lugar por caminos siempre nuevos e inesperados.
No nos encerremos en lo de siempre, en lo inamovible, en lo seguro; no nos dejemos ganar por la costumbre, la rutina, la comodidad. Estemos abiertos a las sorpresas de Dios, aprendamos a buscar allí donde nadie espera que nazca Jesús: en lo sencillo, en lo humilde, en lo pobre, en lo cotidiano, en lo que pasa desapercibido, en lo que está olvidado, en lo que no cuenta para nadie (Es decir: en una cueva, en un pesebre).
Alguno dirá: ¿Y vamos a ponerlo todo en las manos de un niño pequeño, frágil, desnudo, que llora por hambre? Sólo aquellos que miran con el corazón y la fe son capaces de descubrir en ese niño la Palabra de Vida que vino y viene siempre, de parte de Dios. Es una aventura con riesgos, pero segura fuente de alegría y de paz; las mismas que José y María experimentaron cuando el ángel de Dios les anunció la Buena Nueva.
Fray Manuel de Jesús, ocd
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