Moría la noche; palidecían las estrellas.
De repente, la piedra filosofal de la luz matutina
lo tiñó todo de oro.
Un clamoreo corrió de boca en boca:
¡El heraldo, el heraldo!
Bajé la cabeza y pregunté: ¿Viene ya?
De todas partes parecía que estallaba el ¡Sí! de la respuesta.
El pensamiento, atormentado, decía:
¡No está todavía la cúpula dorada de mi palacio!
¡Nada está en regla!
Vino una voz del cielo: ¡Derriba tu palacio!
¿Por qué?, preguntó el Pensamiento.
Porque hoy es día del Advenimiento, y tu palacio estorba el paso.
Rabindranath Tagore
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