En el ADVIENTO cristiano tienen un papel fundamental los PRECURSORES, profetas de lo porvenir, de lo nuevo que desafía nuestra comodidad; son ellos los que saben, como diría un famoso personaje de ficción, que cada desierto esconde un pozo, y que para descubrirlo tenemos que ser capaces de soñar.
La irrupción de Juan Bautista, en la historia del pueblo de Dios, supone la llegada de un profeta, de un precursor que prepara los caminos y pone en cuestión las vidas de las gentes. Denuncia el pecado y anuncia un porvenir de esperanza: dice lo que la gente no quiere oír, y levanta el ánimo a los cansados y a los tristes. En cada época, también hoy, hay precursores, hay profetas y pioneros que abren nuevos caminos a la humanidad y así preparan el adviento de Dios. ¿Sabemos reconocerlos, descubrirlos? La Escritura habla de "la suerte de los profetas", porque estos van a contracorriente; el mismo Jesús la conoció, y aunque "pasó haciendo el bien", acabó en una cruz, abandonado por todos.
El mensaje del Adviento y de la vida entendida como adviento es este: Envío mi mensajero delante de mí; detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo. La vida, y también la vida de fe, es una cadena de acontecimientos; hay unos antes y otros después. No todo acaece a la vez, ni al principio, ni al medio, ni al fin; sino a través de ese tejido espeso de antes y después, de etapas, fases, episodios fluyentes a lo largo de muchos años. Cuando estos se han vivido en la paciencia y en la esperanza se convierten en caminos y avenidas reales de la llegada de Dios.
Cada generación, cada etapa histórica, igual que cada etapa biográfica individual es un umbral precursor del Mesías, que llega para inaugurar el Reino. Cada generación abre un espacio nuevo y desbroza un nuevo cauce para ensanchar la visión del horizonte distante, y así facilitar el acceso a ese lugar último donde se realiza la promesa de lo definitivo. Esta generación, como las otras, tiene profetas que luchan por abrir nuevos accesos al futuro; ellos son los precursores, los Bautistas de nuestro tiempo.
Tendrán, como siempre, que pelear, confiar, aguantar, y hasta morir, para entregar su mensaje; pero luego, gracias a ellos, el mundo acabará siendo un poquito mejor, y el Reino de Dios estará más cerca. Los profetas no son perfectos, hacen las cosas a su modo, incluso tienen dudas, pero de algún modo encienden una luz que nos permite llegar más lejos.
En este domingo de Adviento, en la figura de Juan Bautista, quiero decir GRACIAS a todos los profetas, hombres y mujeres, que han sembrado en mi vida semillas de algo nuevo, para que en rincones desconocidos de mi historia siga creciendo la esperanza de un mundo mejor: menos violento, más justo, más inclusivo, más fraterno. Ellos, y todos, con las pequeñas e imperfectas obras realizadas, apresuran la llegada de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.