miércoles, 17 de febrero de 2021

EL AYUNO QUE YO QUIERO...

 

El pasaje del Evangelio que se proclama hoy, miércoles de ceniza, enuncia brevemente un principio fundamental sobre la justicia o ideal moral cristiano, y presenta luego tres aplicaciones concretas, poniéndolas en contraste con la actitud de los fariseos, que aparecen como hipócritas, practicantes de una religiosidad superficial. El principio es: no busques la recompensa de tus obras en la opinión de los demás, sino en el agrado del Padre del Cielo, que todo lo ve. Las aplicaciones refieren a la limosna, la oración y el ayuno, y siguen todas un mismo esquema: conducta de los hipócritas, juzgados ya por el Señor, y conducta del discípulo de Jesús, a quien se promete la recompensa del Padre. 

La ascesis forma parte de todo camino espiritual, pues no hay crecimiento sin una disciplina, unas renuncias, un compromiso; pero la ascesis cristiana ha de ser discreta y no aireada a los cuatro vientos, y mucho menos impuesta a la fuerza. El camino cristiano se ofrece y ha de ser abrazado voluntariamente. No es un culto externo lo que Dios busca en nosotros, ni ritos o ayunos farisaicos, ni meras imposiciones de ceniza. El sacrificio verdadero se fragua en el corazón por medio de la fe y la conversión, de la compasión y la solidaridad. 


Así aparece hoy en la lectura del libro de Isaías:

"El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no cerrarte a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana, te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamará y te responderá, gritarás y te dirá:
“Aquí estoy”.

Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

El Señor te dará reposo permanente; en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña, reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.”
 (58, 4 al 12)


Reconforta y anima escuchar, al comienzo del camino pascual, las palabras del libro de la Sabiduría: "Tú te compadeces de todos, Señor, y no odias nada de lo que has hecho; cierras los ojos a los pecados de los hombres para darles tiempo a arrepentirse, y los perdonas, porque eres nuestro Dios y Señor". 

Hemos estado viviendo todos una Cuaresma existencial tras la llegada de este coronavirus que nos ha trastornado nuestro modo de vivir; por eso nuestra Cuaresma litúrgica ha de recordarnos la ESPERANZA con la que asumimos cada momento del camino, bueno o malo, los cristianos. Nuestra mirada puesta en la Pascua, y nuestra caducidad, nuestra fragilidad, nuestros errores, sumergidos en el mar de misericordia infinito que es el Dios de nuestro Señor Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte.

Oremos así:

Señor, fortaléceme con tu auxilio al empezar este tiempo de Cuaresma, para que nos mantengamos siempre en espíritu de conversión (de crecimiento, de maduración), y que la austeridad que ahora mismo la vida nos impone nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal

Ese es el propósito de cada discípulo: que como lo hizo Jesús, pasemos por la vida haciendo y sembrando el bien. ¿Cómo interpretar entonces esas tres aplicaciones de la ética cristiana de la que habla hoy el Evangelio?

AYUNAR de egoísmos, de violencia, de desamor, de mentiras, de divisiones, de juzgar, de quejarnos, de culpar a los otros.

ORACIÓN auténtica, diálogo veraz con Dios, en entera confianza y abandono, trato de amistad con él, que cuando mira ama, que no se cansa de esperar, que no impone, que se da siempre.

LIMOSNA que no es dar lo que me sobra, sino ser compasivo y solidario, acompañando al pobre y al marginado, poniéndome en su lugar, tomando su mano, y sacándolo de la orilla del camino.

Y todo eso con ALEGRÍA, porque hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en él. 


El CAMINO PASCUAL es recuperar lo perdido, lo que se ha ido gastando en la lucha cotidiana; es volver los ojos al primer amor, es no cerrarse a la propia carne, es redescubrir lo que significa ser bautizado. Es no solo ser bueno, es también ser verdadero.

La religión no es la vida; la vida no transcurre dentro de los templos. Pero una vida espiritual, sostenida por la práctica religiosa y la vida fraterna, nos permite vivir de manera diferente, con una confianza y una libertad que solo conocen los que se saben de verdad hijas e hijos de Dios

PROVECHOSA CUARESMA PARA TODAS/OS


 

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