sábado, 3 de diciembre de 2022

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO: "EL FUEGO DE SU ESPÍRITU"

 

Si el primer domingo de Adviento pedíamos a Dios avivar nuestra fe, y el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las buenas obras, ahora en este segundo domingo (como en el tercero), nos dejamos provocar por la figura y predicación del precursor, Juan Bautista. También por la imaginación poética y teológica del profeta Isaías y la exhortación del apóstol Pablo, para con ellos seguir preparando un camino al Señor que viene a nuestro encuentro en las celebraciones de la Navidad

  Lo primero, recordar que Juan Bautista, el precursor, anuncia a uno que es mayor, pero también mejor que él; por eso la oración colecta empieza invocando a un "Dios de misericordia", cuyo reinado hace presente Jesús con su venida. De ese tiempo nuevo, superior, diferente, ya habla Isaías en la primera lectura: "Aquel día", dice, y describe una época de reconciliación, armonía y paz, del pueblo con Dios, de todos los pueblos entre sí, y también reconciliación y armonía con la creación. Promesas que siguen siendo motivo de esperanza en tiempos de guerras y cambio climático, de injusticias y desastres naturales. La humanidad sigue anhelando y esperando un tiempo nuevo... pero todavía no es capaz realmente de prepararlo, de trabajar por él, plenamente, de ahí la importancia y necesidad de nuestro anuncio como cristianos. 

 Pablo también habla de reconciliación y armonía, de la obra de Cristo, que vino para hacer de judíos y gentiles un mismo pueblo, que camina hacia la plenitud en Dios. Invita a buscar en las Escrituras (alimentarnos de la Palabra) y a tener los mismos sentimientos de Cristo, acogiendo y sirviendo a todos.

 La prédica del Bautista en el texto de Mateo es fuerte, con lenguaje provocador y apocalíptico, al estilo de los profetas de Israel, moviendo a la conversión y el cambio de vida, para preparar los caminos de Dios, pero también en su voz está el anuncio de lo que vendrá: el Reino en Jesús, "uno a quien no merece ni atarle las sandalias", y con él, un tiempo nuevo, una nueva creación, la época de paz y armonía que vislumbra Isaías.

 Jesús es todo eso, para el final de la historia, cuando vendrá como juez, pero también lo es ahora para quien se cruza con él en el camino de la vida. Un despertar o un nuevo nacimiento. Jesús no trae solo agua para bautizar, no es una mera limpieza exterior, sino que también viene con fuego, el fuego de su Espíritu, que nos entra dentro y nos purifica y enciende en amor. Él trae de Dios una justicia mayor (para pequeños, marginados, víctimas de injusticias de todo tipo), exigente, pero colmada de paciencia y de misericordia. Porque el amor que trae Cristo es impulso a la donación plena, a la plenitud, tanto para cada uno de modo personal, como para la Iglesia y para nuestro mundo. 

Las ideas clave para este segundo domingo serían, pues: mirar las promesas de Dios, desear en grande lo bueno y pleno que viene de Él; trabajar por la unidad de la comunidad creyente que hace presente esas promesas en medio del mundo, con palabras y con obras. Y vivir la fe con propósito firme, con disciplina, no moviéndonos por costumbre o inercia, sino creciendo cada día, dejándonos mover por esa "llama de amor viva" que nos habita. 

 Volviendo a la oración colecta de este segundo domingo, miramos nuestra vida, nuestros esfuerzos y propósitos como discípulos, pidiendo a Dios que no permita que los afanes de este mundo impidan nuestros deseos de buscar a Cristo, de prepararle un camino, esforzándonos en adquirir nosotros la sabiduría divina que viene de Dios como don y que nos permite participar de su plenitud. Que también en nuestros días, con Su gracia y nuestro trabajo, florezca la justicia y la paz abunde eternamente, y así el Enmanuel (Dios-con-nosotros) encuentre lugar donde seguir naciendo para la salvación del mundo. Amén

Fray Manuel de Jesús, ocd.

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