sábado, 10 de diciembre de 2022

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO: MORIR A LO VIEJO PARA QUE NAZCA LO NUEVO

 

Ya estamos en el tercer domingo de Adviento, cada vez más cerca la fiesta grande del nacimiento de Jesús. Hoy alguien cuestionaba en las redes el por qué celebrar ese día, si en realidad no conocemos la fecha de su nacimiento histórico; claro que Jesús no nació un 25 de diciembre, fue la Iglesia en un momento determinado quien eligió ese día, acorde con la cultura religiosa de entonces: ese día se celebraba al Sol invicto en la religión politeísta en el Imperio Romano, antes de que el cristianismo ocupara su lugar y asumiera sus funciones. Pero no es tan importante si ese día nació, sino que nació y vivió y murió y resucitó por nosotros, con nosotros. No celebramos, como a veces he leído, "el cumpleaños de Jesús"; el 25 de diciembre celebramos uno de los dos grandes Misterios de la fe cristiana: la Encarnación.

 Veamos entonces lo que la Palabra nos reserva para nuestra meditación y celebración de este domingo, llamado tradicionalmente "de Gaudete", que en latín significa "Alegría", porque así empieza la antífona de la eucaristía en este día: "Esten siempre alegres en el Señor; se los repito, estén alegres. El Señor está cerca" (Filipenses 4, 4.5).

Primera lectura (Isaías 35, 1-6a.10): Un profeta, discípulo de Isaías, expone al final del destierro el gozo de la restauración de Judá, signo, manifestación histórica de la salvación. Esa restauración es obra de Dios, y en ella revela su poder, sus caminos y su misericordia. La vuelta a Jerusalén (símbolo de la salvación) se describe como una renovación de la naturaleza y una transformación del hombre. Y supone también un juicio. Es como una peregrinación sagrada, que nos remite a Jesús, que llega también perdonando y sanando, revelándose como Dios salvador

Salmo 145: "Ven, Señor, a salvarnos". La llegada del Mesías traerá renovación, transformación y liberación, sobre todo de los oprimidos, de los últimos: hambrientos, cautivos, viudas, huérfanos... No es meramente una salvación espiritual como vemos en el texto, que habla de realidades concretas, de sufrimiento humano.

Segunda lectura (Santiago 5, 7-10): La perspectiva de la Venida del Señor se convierte en exhortación a la santidad de vida; esa espera, alegre y esperanzada, condiciona la vida del cristiano; ha de vivir con paciencia y fortaleza, amando y sirviendo a los hermanos. Toda la vida cristiana está signada por esta tensión escatológica. 


Evangelio
(Mateo 11, 2-11): La pregunta de Juan Bautista para Jesús da un carácter particular a este domingo; dijimos en los domingos anteriores que en los momentos más difíciles y oscuros del camino podemos dudar y preguntarnos: ¿Será o no será este el camino verdadero? Pero también sucede que a menudo idealizamos el futuro, lo fijamos según nuestras perspectivas, y Dios desafía siempre nuestros conceptos religiosos, invitándonos a reconocerle en lo que es, en lo Real. El mensaje de Juan Bautista  va en una línea diferente a la de Jesús; el prepara el camino según los conceptos judíos de realeza y destino de esa nación, y lo hace con un lenguaje duro, apocalíptico. Pero ahora Jesús se aparece con otra cosa, otro lenguaje, otras formas, y habla de perdón, de preferencia por el pobre, incluso de salvación más allá de las fronteras del pueblo elegido. Juan está preso, y a las puertas de la muerte, y no entiende: por eso pregunta: ¿Eres Tú o seguimos esperando a otro?. Jesús le responde citando a los profetas de Israel que Juan conoce, pero también alaba a Juan, reconoce su misión y su grandeza, al mismo tiempo que señala el tiempo que llega: "El más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que Juan". 

 El Bautista cierra una época y una nueva se abre con Jesús; a veces nosotros seguimos aferrados a las formas y estilo de Juan Bautista, nos gusta su lenguaje duro, de amenazas y castigos (sobre todo porque casi siempre es para otros y no para nosotros), que tal vez son necesarios para llegar a Jesús, en el caso de algunos o en determinados ambientes. Pero ese no es el Evangelio de Jesús, no es lo que nos colma de alegría al preparar los caminos del Señor. A veces algo tiene que morir en nosotros para que nazca lo nuevo (la estrechez de ciertos conceptos religiosos), y toda muerte es difícil y dolorosa, pero  debemos entrar en la alegría, la sorpresa, el renacer que trae Cristo cuando llega a nuestra vida

Eso es lo que esperamos y preparamos en Adviento.

Fray Manuel de Jesús, ocd.

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