domingo, 28 de septiembre de 2025

POESÍA Y ESPIRITUALIDAD (2)

Introducción al Cántico del Ahora

Hay momentos en que la vida se detiene. No por descanso, sino por herida. El horizonte se borra, el viento se vuelve en contra, y lo que antes nos sostenía ya no está. En esos momentos, el alma no siempre grita. A veces canta. Canta bajito, como quien tararea una esperanza que aún no tiene forma.

Este canto nació así: en medio del lodo, sin camino claro, pero con una certeza que empujaba desde dentro. No es una canción perfecta. Es un testimonio. Es un “ahora” que se atreve a decir que la vida sigue, que el amor vuela cerca, que la luz puede renacer con otro color.

Hoy lo compartimos como una oración. No para entenderlo, sino para dejar que nos acompañe. Que cada verso sea una semilla, una pausa, una posibilidad. Que el “ahora” de este canto se cruce con el nuestro, y nos ayude a esperar, a resistir, a bendecir.


🌿 Cántico del Ahora

Para momentos de desolación, espera o renacimiento

I. Brotando desde el silencio

Callado por largo tiempo,
Ahora que el viento no está a mi favor,
Me nace de adentro
Un suave silencio con tonos de sol.

(Todos repiten en voz baja: “Con tonos de sol…”)

Ahora que estoy solo,
Herido, sin camino, sin valor,
Empuja desde dentro
Una primavera que invita al amor.

(Todos repiten: “Invita al amor…”)

II. Cuando el enemigo se pone peor

Ahora, me digo,
Cuando el enemigo se pone peor,
Yo siento que vuela el amor a mi vera
Y se vuelve canción.

(Este verso puede cantarse como estribillo. Se repite dos veces.)

III. Bendecir el barro

Ahora que es siempre.
Ahora que es todo.
Que crece y que siente
En medio del lodo.

(Todos repiten: “En medio del lodo…”)

Ahora la vida será bendecida.
Y la luz renacida
Tendrá otro color.

(Pausa contemplativa. Se puede invitar a imaginar ese “otro color”.)

Ahora, y mañana,
Y cada semana,
Y en cada estación,
Habrá una certeza
Donde la pobreza
Se vuelva ocasión.

(Todos repiten: “Se vuelva ocasión…”)

Ahora, tranquilo,
Aguardo en mi nido
La nueva creación.

(Cierre con el estribillo cantado o recitado:)

Ahora, me digo,
Cuando el enemigo se pone peor,
Yo siento que vuela el amor a mi vera
Y se vuelve canción.


Oración final: En el ahora, contigo

Señor de los comienzos humildes,
Dios que canta en el silencio,
Tú que no esperas que estemos fuertes para visitarnos,
acoge este “ahora” que te ofrecemos.

No es un tiempo perfecto,
ni un corazón sin heridas.
Pero es lo que tenemos,
y en él queremos encontrarte.

Haz que el amor vuele a nuestra vera,
como canto que no se olvida,
como luz que renace con otro color.

Que el lodo no nos asuste,
que la pobreza se vuelva ocasión,
que la espera sea nido,
y la herida, semilla.

Hoy, mañana, y en cada estación,
enséñanos a bendecir la vida
como tú la bendices:
sin prisa, sin juicio,
con ternura y verdad.

Amén.

(Poema de M. Valls; meditación trabajada con Copilot)

POESÍA Y ESPIRITUALIDAD (1)

TODA LA SOLEDAD

Toda la soledad que soy
soledad obligada por mis propias angustias
con la carga creciente de los años
soledad que jugó conmigo en la niñez
y que me enamoró perdidamente
en la vital admiración
de mi encendida adolescencia.

Toda la soledad que estoy
acariciando ahora en los poemas
escritos desde una ventana que mira
a la ciudad
desde una silla en la que debo sostener
el sueño hasta las doce.
Soledad sorprendida
ante mi colosal descubrimiento.

Toda la soledad que amé
aun sin saber que ella también
me amaba y sonreía
de ver mi rebeldía qué inútil
porque destino y soledad
nacen unidos a un mismo corazón.
Soledad que me vio escapar todos los días
y me vio regresar.

Toda la soledad del mundo
guardada en libros y en salas oscuras
encarnando mi orgullo
en multitud de rostros conocidos
y en compañeros de cuarto
a los que vigilaba el sueño
no fueran a morir del otro lado.

Qué soledad entonces
y qué soledad también ahora
para dormir abrazados al recuerdo
de cada instante ocupado
hasta lo eterno.

Qué soledad vencida
únicamente en versos encendidos
qué hallada compañía
en esa soledad que nos llamó
para elegirnos como amantes una vez
y obligarnos a entender que estamos hechos
uno para el otro
que nadie como ella me iba amar.

Toda la soledad del mundo
he querido encerrarla en estos versos
tal y como la experimento yo
niebla que viene desde todas partes
para ocuparme el interior.
Entonces qué peso tan inmenso
y qué inmenso vacío
qué dolor innombrable e invisible.
Y uno quisiera decir la angustia que provoca
que provoca y no puede
porque la soledad le roba las palabras
y el sueño y la esperanza.

Toda la soledad que yo he cargado
a lo largo de la vida
contra la que he luchado en miles de batallas
en las que siempre fui vencido.
Soledad que me lanzó al vacío
al vicio a la herejía
soledad que dilató mi abismo interior
hasta tal punto
que me vi frente a Dios desnudo y transparente
y no pude más que arrodillarme ante Él
sin saber aun su nombre
y Él sacó un espejo de luz
lo puso frente a mí y era yo mismo.

Yo y Dios Dios y la soledad la soledad y yo
revelación salvadora que hace ver
por un instante el infinito.

Soledad en que voy revelándome a mí mismo
semejanza de Dios
soledad que me deja sin amigos
y me vuelve profeta.
Soledad que no acaba
ni escribiendo a raudales un poema
soledad mensajera grito y mudéz
soledad que persigo con rabia incontenible
y más tarde acaricio
soledad con la que no me reconcilio nunca.

Soledad que ahora intento explicar
y que no entiendo
bendita y maldita soledad.
Soledad que me roba el corazón
soledad que prefiero
soledad solitaria que me hace compañía
si estoy acompañadamente solo.

Toda la soledad que me empuja hasta el lodo
y me hace luego descubrirme puro
genio capaz de transformar el mundo.
La soledad abierta la soledad cerrada
puta y virgen la soledad cansada
el pájaro que canta en el jardín
el monje que por dentro no se calla.
Soledad que condena
la soledad que salva
la soledad que no se agota nunca
en las palabras.

Toda esta proclamada soledad.

Manuel Enrique Valls
(Escrito entre 1991 y 1993)


COMENTARIO
: : Este poema es una confesión existencial, una teología encarnada, una antropología espiritual que no se disfraza. Toda la soledad que nombras no es solo tuya: es la del ser humano que busca, que cae, que se revela, que se arrodilla, que se descubre en Dios y en sí mismo. Y lo haces sin evasión, sin consuelo fácil, sin estética que maquille el dolor.

Aquí algunas resonancias que me surgen:
🌑 Soledad como experiencia fundante
No es ausencia, es presencia que revela. La soledad aquí no es carencia, sino lugar de revelación, de encuentro con Dios, con el yo, con el abismo.
Hay una dialéctica constante: soledad que empuja al lodo y que purifica, que condena y que salva, que roba y que da.

🔥 Soledad como vocación profética
“Soledad que me deja sin amigos / y me vuelve profeta” — esta línea es brutalmente honesta. La soledad como condición del que ve más allá, del que no puede acomodarse.
Hay ecos de Jeremías, de Juan Bautista, de Teresita misma en su noche de fe. También de Merton, que vivió esa tensión entre comunión y retiro.
🪞 Soledad como espejo teológico
“Y Él sacó un espejo de luz / lo puso frente a mí y era yo mismo” — esta imagen es mística, casi joánica. Dios no como otro, sino como revelador del yo profundo.
Aquí la soledad se vuelve sacramento, lugar de autoconocimiento y de gracia.

🧭 Soledad como camino no resuelto
No hay reconciliación fácil: “soledad con la que no me reconcilio nunca”. Eso le da al poema una honestidad radical, que lo aleja de la espiritualidad edulcorada.
Es una soledad que se acaricia y se persigue, que se maldice y se bendice. Como Teresita, como Nouwen, como tantos que han hecho de la herida un lugar de comunión.

✍️ Sugerencias para el trabajo personal:

Este poema puede ser una puerta de entrada a la espiritualidad de la fragilidad. Podrías usarlo en sesiones sobre:
La soledad como lugar teológico.
La experiencia del desierto en la vida adulta.
El vínculo entre vulnerabilidad y revelación.
La oración como grito y mudez.

(Reflexiones compartidas entre un humano curioso y su copiloto digital)

sábado, 27 de septiembre de 2025

EN EL DÍA NACIONAL DE LA BIBLIA...

Hoy en República Dominicana es el día nacional de la Biblia
.... ¿Qué piensas de este tipo de celebración? En mi criterio personal, creo que esa liga de política y religión, de tener la Biblia en la bandera del país, no es propio de una verdadera democracia. No somos una teocracia, ni la Biblia es un libro independiente, es el libro de una comunidad de fe. Algunos países de Latinoamérica creo también han querido establecer un día de la Biblia, y hay campañas para leer obligatoriamente la Biblia en las escuelas. La Biblia no hace bien por sí sola, hay que saber leerla e interpretarla, por eso hace falta una comunidad de fe. 
Sobre este tema dialogo con mi asistente de IA, y, luego de editar el diálogo, este es el resultado:


 El Día Nacional de la Biblia en República Dominicana, celebrado cada 27 de septiembre, es una conmemoración oficial que refleja la influencia histórica del cristianismo en la identidad nacional. Pero como bien señalas, cuando símbolos religiosos se entrelazan con los emblemas del Estado —como la inclusión de la Biblia en la bandera— surgen preguntas legítimas sobre la neutralidad del gobierno frente a la diversidad de creencias.

📘 La Biblia como símbolo nacional
En la bandera dominicana, la Biblia aparece abierta en el escudo nacional, lo cual es inusual entre los países democráticos. Este gesto puede ser interpretado como una afirmación de valores cristianos, pero también como una exclusión simbólica de otras cosmovisiones.
Aunque muchos ciudadanos se identifican con la fe cristiana, el Estado tiene el deber de representar a todos, incluyendo agnósticos, ateos, y personas de otras religiones.

⚖️ Democracia y pluralismo
Una democracia saludable se basa en el respeto a la pluralidad. Cuando el Estado adopta símbolos religiosos, corre el riesgo de favorecer una religión sobre otras, lo que puede debilitar el principio de laicidad.
La Biblia, como bien dices, no es un libro neutro ni universal: es el texto sagrado de una comunidad específica. Celebrarla como patrimonio cultural puede tener sentido, pero elevarla a símbolo estatal puede generar tensiones.

🎯 ¿Celebración o imposición?
Hay una diferencia entre reconocer la importancia histórica de una religión y convertirla en parte del aparato estatal. Lo primero puede ser inclusivo; lo segundo, excluyente.
En contextos donde la religión ha sido usada para justificar poder político, es crucial mantener una separación clara entre fe y gobierno.

Lo anterior invita a pensar en cómo construir una sociedad donde todas las voces —religiosas y no religiosas— tengan espacio.

En otro punto tu análisis es muy agudo y toca un punto esencial: la Biblia no es simplemente un texto que se puede consumir como cualquier otro libro. Es un conjunto de escritos profundamente enraizados en una tradición religiosa, y su interpretación depende del contexto, la comunidad y la formación teológica.

📚 La Biblia como texto comunitario
La Biblia fue escrita, compilada y transmitida dentro de comunidades de fe que le dieron sentido, estructura y autoridad. Leerla sin esa comunidad puede llevar a interpretaciones erradas, literales o incluso peligrosas.
Por eso existen tradiciones como la exégesis, la hermenéutica, y la predicación: formas de leer la Biblia con responsabilidad, en diálogo con la historia, la cultura y la espiritualidad.

🏫 ¿Lectura obligatoria en escuelas?
Imponer la lectura de la Biblia en escuelas públicas, especialmente sin un marco plural o crítico, puede violar el principio de libertad religiosa.
En países como Guatemala, Honduras o Nicaragua, ha habido intentos de establecer el Día de la Biblia o introducirla en el currículo escolar. Aunque algunos lo ven como una forma de promover valores, otros lo consideran una forma de adoctrinamiento.
La educación pública debe formar ciudadanos, no creyentes. Si se estudia la Biblia, debería hacerse desde una perspectiva académica, como literatura, historia o influencia cultural —no como devoción.

⚖️ El riesgo de la instrumentalización
Cuando el Estado promueve la lectura obligatoria de la Biblia, corre el riesgo de usar la religión como herramienta de control ideológico.
Además, se invisibiliza la diversidad religiosa del país: ¿qué pasa con quienes practican otras religiones, o ninguna?

Tu observación de que “la Biblia no hace bien por sí sola” es clave. No es un talismán ni una fórmula mágica. Es una fuente de sabiduría que requiere mediación, reflexión y comunidad

martes, 23 de septiembre de 2025

LOS ÁNGELES DE SILVIO: ¿FIGURAS DEL DESENCANTO Y LA DESESPERANZA?

En la obra de Silvio Rodríguez, los ángeles no son seres celestiales que protegen desde las alturas. Tampoco son símbolos de perfección o salvación. Son presencias ambiguas, heridas, tardías, contemplativas. A veces llegan tarde. A veces no ven. A veces se despiden. A veces simplemente observan.

Lejos de la iconografía religiosa tradicional, los ángeles de Silvio habitan un territorio poético donde lo espiritual se mezcla con lo político, lo íntimo con lo histórico, lo ético con lo estético. Esta entrada propone una lectura simbólica de esas figuras, no como dogmas, sino como metáforas de lo humano: de la conciencia, del desencanto, de la utopía frustrada, de la ternura que resiste.

🌫️ Ángel ciego: la contemplación que no ve

En esta canción, el ángel vive en lo alto, confiado, mientras “ya es polvo la ciudad”. No ve el derrumbe, no escucha el clamor. El aguacero le parece caricia, el vendaval canción. La imagen es inquietante: una criatura que debería ver más que nosotros, pero que elige no mirar.

¿Es una crítica a la desconexión de quienes se refugian en lo sublime? ¿O una metáfora de la inocencia que se niega a ceder al cinismo? El ángel ciego puede representar la mirada que se resiste a la crudeza del mundo, o la espiritualidad que se vuelve evasión. En cualquier caso, es una figura que interpela: ¿Qué no estamos viendo?

💔 Ángel para un final: el mensajero del adiós

Aquí el ángel no consuela ni protege. Es “el más terrible, el implacable, el más feroz”. Llega entre dos amantes para anunciar el fin. Roba la voz, abraza y besa, pero también desgarra. No hay redención, pero sí belleza en la aceptación.

Este ángel encarna el momento del quiebre, del silencio que anuncia el final. Es el ángel del destino trágico, del amor que no pudo ser, del adiós que se vuelve canción. Su presencia no salva, pero da forma al dolor. Lo vuelve lenguaje.

🌌 Segunda cita: el ángel como conciencia crítica

Silvio canta: “Mi ángel de la guarda se fue de vacaciones / y yo no sé vivir sin su protección.” Aquí el ángel es la brújula interior, la ética que parece ausente. La canción habla de la necesidad de revisar la historia, de corregir el rumbo, de no repetir errores.

Este ángel no es celestial, sino humano: es la voz que nos llama a ser mejores, a no resignarnos. Es símbolo de la autocrítica, del deseo de una segunda oportunidad con la realidad. En un contexto marcado por la fatiga ideológica, este ángel representa la urgencia de pensar sin dogmas, de actuar sin cinismo.

🕯️ Cita con ángeles: la impotencia de lo sublime

Quizás la más explícita de todas. Silvio evoca ángeles que intentan intervenir en momentos clave —Giordano Bruno, Martí, Lorca, Hiroshima, Luther King, Allende, las Torres Gemelas— pero siempre llegan tarde. La pregunta final es demoledora:

¿Será que son incompetentes o que no hay forma de ayudarnos?

Aquí el ángel es testigo compasivo, pero ineficaz. No salva, no impide, no transforma. Y sin embargo, hay una chispa de esperanza en el verso:

Seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas.”

Es una súplica mínima, pero profundamente ética. Como si dijera: no hace falta ser héroes, basta con no ser indiferentes. El ángel no actúa, pero su presencia nos recuerda que aún hay algo por hacer.

✍️ Una constelación simbólica

Los ángeles de Silvio forman una constelación de sentidos. No son figuras religiosas, sino poéticas. No vienen del cielo, sino de la herida. No prometen salvación, pero sí conciencia. En tiempos de desencanto, su presencia —aunque tardía, ciega o impotente— nos recuerda que aún hay belleza en mirar, en nombrar, en resistir.

Podemos preguntarnos:

¿Somos como el ángel ciego, que no ve el dolor del mundo?
¿O como el ángel del final, que anuncia rupturas inevitables?
¿O como el ángel de la segunda cita, que busca corregir el rumbo?
¿O como el ángel de la cita, que observa pero no actúa?

🎶 Más allá del símbolo: el ángel como pregunta

En Silvio, el ángel no es respuesta, es pregunta. No es dogma, es grieta. No es salvador, es espejo. Su presencia nos obliga a mirar lo que evitamos, a nombrar lo que callamos, a sentir lo que anestesiamos. Y en ese gesto —mínimo, poético, ético— hay una forma de resistencia.

Tal vez el ángel no venga del cielo. Tal vez esté en el gesto que se atreve a mirar. En la voz que se atreve a decir. En el cuerpo que se atreve a quedarse.

🌟 Cierre: ángeles que despiertan

Los ángeles de Silvio no nos salvan. Nos despiertan. Nos interpelan. Nos invitan a mirar con otros ojos, a no esperar redención externa, sino a encarnar lo que esperamos del mundo. En ese sentido, quizás el verdadero ángel es aquel que, en medio del derrumbe, se atreve a ver y a abrazar.


domingo, 21 de septiembre de 2025

JESÚS, LA FAMILIA Y LA COMUNIDAD CRISTIANA

 🕊 “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”

Jesús, la familia y la comunidad cristiana

La figura de Jesús en los Evangelios presenta una relación ambigua, incluso provocadora, con la institución familiar. En una cultura donde la familia era el núcleo de identidad, pertenencia y autoridad, Jesús introduce una ruptura que no es simplemente social, sino profundamente espiritual. No se trata de desprecio, sino de una reconfiguración radical del vínculo humano.

Cuando en Marcos 3 su madre y sus hermanos lo buscan, Jesús responde con una frase que ha desconcertado a generaciones: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.” No hay rechazo, pero sí una clara relativización del parentesco biológico. Lo que define la nueva familia del Reino no es la sangre, sino la escucha y la obediencia al Espíritu.

Este gesto no es aislado. En Lucas 14, Jesús habla de “odiar” padre, madre, esposa e hijos como condición para el discipulado. El lenguaje es duro, pero en el contexto semítico, “odiar” significa “posponer”, “dar menor prioridad”. Lo que está en juego es la fidelidad al Reino frente a las lealtades tradicionales. Jesús no destruye la familia, pero la des-centra. La misión, la comunidad, la apertura al Espíritu, están por encima de cualquier estructura heredada.

Esto tiene implicaciones profundas. En su itinerancia, Jesús forma una comunidad que es familia espiritual: hombres y mujeres, pobres y marginados, discípulos y discípulas que comparten mesa, camino y destino. María, su madre, aparece en momentos clave, pero no como figura dominante, sino como discípula silenciosa, contemplativa, que guarda todo en su corazón. En la cruz, Jesús no se despide de ella como hijo, sino que la entrega a otro discípulo: “Ahí tienes a tu hijo… ahí tienes a tu madre.” Una nueva familia nace al pie del dolor.

Sin embargo, la Iglesia, en su evolución histórica, ha tomado otro rumbo. A medida que se institucionaliza, especialmente desde el siglo IV, se produce una revalorización de la familia como célula básica de la sociedad cristiana. Influida por modelos grecorromanos, luego medievales y burgueses, la Iglesia comienza a defender no tanto la familia como experiencia humana, sino un modelo cultural específico: heterosexual, patriarcal, monogámico, reproductivo, con roles definidos. Este modelo se presenta como “natural” o “divino”, aunque responde más a construcciones históricas que a exigencias evangélicas.

En muchos contextos, esto ha llevado a idealizar la familia como refugio frente a la secularización, incluso cuando esa idealización excluye realidades familiares complejas, dolorosas o simplemente distintas. Se ha priorizado la estabilidad familiar sobre la apertura comunitaria, la inclusión pastoral o la libertad espiritual. En nombre de la familia, se han justificado silencios, exclusiones y moralismos que poco tienen que ver con el Evangelio.

Aquí se abre una pregunta pastoral urgente: ¿Qué defendemos cuando defendemos “la familia”? ¿Estamos defendiendo el Evangelio o una construcción cultural? ¿Cómo acompañar sin excluir? ¿Cómo formar comunidades que sean verdaderas familias espirituales, sin caer en la rigidez institucional?

Para quienes trabajan en la pastoral desde una mirada contemplativa y liberadora, este tema puede ser una puerta hacia una espiritualidad más inclusiva. La familia puede ser espacio de comunión, pero también de dolor, de conflicto, de búsqueda. No todas las familias son refugio; algunas son campo de batalla. No todos los vínculos familiares conducen al Reino; algunos lo obstaculizan. Por eso Jesús propone una comunidad donde los vínculos se dan por la fe, no por la sangre; donde el seguimiento puede implicar ruptura; donde la misión supera la lógica doméstica.

En un retiro, esta reflexión puede abrir espacio para el discernimiento personal. ¿Qué vínculos familiares me sostienen… y cuáles me atan? ¿Dónde experimento comunidad más allá de la sangre? ¿Qué me pide el Espíritu en relación con mi familia? ¿Cómo puedo vivir mi vocación sin quedar atrapado en expectativas familiares que no responden al Evangelio?

Podrías escribir una “carta espiritual” a tu familia, no para enviarla, sino para integrar. Una carta desde el Reino, desde la libertad interior, desde la comunidad que acoge y transforma. Y cerrar con una oración que no idealice, sino que libere: “Que el Espíritu nos enseñe a amar más allá de los lazos de sangre.”

(P. Valls)

sábado, 20 de septiembre de 2025

JESÚS Y LAS MUJERES

"En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades. María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes". (Lc 8, 1-3)

Les comparto el comentario de Enrique Martínez Lozano, sobre el texto anterior, que habla de la predilección de Jesús por los grupos marginales, especialmente por las mujeres:
 
"A tenor de los documentos de que disponemos, parece que dejarse acompañar por mujeres era algo inédito entre los rabinos. No se las consideraba aptas para el estudio de la Ley; tampoco eran consideradas, propiamente, miembros de la comunidad: el culto solo podía celebrarse cuando estaban presentes al menos diez varones. 

En el evangelio, aparecerán, como grupo, junto a la cruz y como las primeras testigos de la resurrección. 

Reconocer que Jesús tuviera una proximidad especial a colectivos marginados (mujeres, niños, enfermos, “pecadores”…) no tendría que llevar a posturas que, de un modo tan anacrónico como carente de fundamento, hacen de él un “feminista contemporáneo”. Tales lecturas suelen restar credibilidad a quienes, de buena fe, las sostienen. Y, como escribe algún estudioso judío, pareciera que se quiera ensalzar a Jesús a costa de denigrar el judaísmo de su tiempo. Si realmente Jesús hubiera adoptado la actitud que algunos proponen, deberíamos haber encontrado alguna mujer en la lista de los doce apóstoles. 

Obviamente, esto no tiene nada que ver con la cuestión abierta acerca del papel de la mujer en la Iglesia. Aquí se da una situación tan injusta como incomprensible: realmente cuesta entender que, en pleno siglo XXI, y dentro de una sociedad empeñada en superar cualquier lastre machista, la Iglesia se obstine en mantener una postura que no tiene otro sustento que la propia tradición machista que se ha perpetuado hasta hoy. 

El hecho de que no hubiera ninguna mujer en el grupo de los doce no es motivo para, por ejemplo, negar el acceso de la mujer al ministerio ordenado. Por esa misma razón, únicamente los israelitas –como eran los doce– podrían ser consagrados obispos. Pero para reconocer estas obviedades y procurar un cambio en la praxis eclesial, no es necesario proyectar en Jesús unos comportamientos que no eran propios de la época. 

¿Me he preguntado por qué pesa tanto el sexismo (machismo) en la Iglesia?"

(Otro modo de leer el Evangelio)

domingo, 14 de septiembre de 2025

CREER ES TAMBIÉN PERTENECER: HACIA UNA PASTORAL DEL DOMINGO QUE LIBERE Y TRANSFORME

1. El domingo como don, no como carga

El domingo no es una exigencia impuesta desde fuera, sino una gracia ofrecida desde dentro del misterio cristiano. Es el día en que la comunidad se reúne para celebrar la resurrección, para recordar que la vida vence a la muerte. Cuando se vive como obligación, pierde su carácter festivo y liberador. El precepto dominical, en su origen, no busca controlar, sino custodiar el corazón del cristianismo: el encuentro con Cristo vivo en medio de su pueblo. La pregunta pastoral no debería ser “¿has cumplido?”, sino “¿has celebrado?”.

2. Pertenecer: la fe como vínculo, no como trámite

Creer implica entrar en una historia compartida, en una comunión que nos precede y nos sostiene. La misa dominical es el signo visible de esa pertenencia. Pero asistir no basta: hay que participar con el corazón. Muchos llegan tarde, distraídos, sin deseo. No por maldad, sino porque han perdido el sentido profundo del gesto. La pastoral debe ayudar a redescubrir que pertenecer no es cumplir, sino vincularse, dejarse tocar, formar parte de un cuerpo que celebra, sufre y espera unido.

3. El riesgo de la moralización: ¿pecado mortal por faltar un domingo?

Cuando se absolutiza la norma sin atender al contexto vital, se corre el riesgo de banalizar lo verdaderamente serio. ¿Puede considerarse pecado mortal faltar un domingo si se participa regularmente en la vida litúrgica? ¿No es más grave vivir la fe como rutina o como obligación vacía? La tradición moral de la Iglesia siempre ha distinguido entre la letra y el espíritu, entre la falta formal y la ruptura real del vínculo. Imponer la confesión por una ausencia ocasional puede generar culpa sin conversión, y alejar más que acercar.

4. Una pastoral del deseo: más allá de la culpa y el trámite sacramental

En muchas comunidades, es costumbre que mientras se celebra la Eucaristía, otro sacerdote confiese. Esto puede ser signo de apertura y acogida, pero también revela una dinámica preocupante: fieles que, tras haber faltado a misa, acuden al confesionario como si se tratara de una oficina de regularización espiritual. Hablan largo, buscan consuelo, pero no siempre están presentes en la celebración que acontece. Es como si la misa fuera un requisito que se puede compensar, no un misterio que transforma.

Esta práctica, aunque bien intencionada, puede reforzar una vivencia sacramental marcada por la culpa y el cumplimiento. El problema no es que se confiesen, sino que no se integren plenamente en la celebración. La confesión no debería ser una puerta de acceso a la comunión por haber “faltado”, sino un camino de reconciliación cuando hay verdadera ruptura interior. Lo que falta no es solo la misa anterior, sino el sentido de pertenencia, el deseo de encuentro, la alegría de celebrar.

La pastoral está llamada a despertar ese deseo, a enseñar que la Eucaristía no se “cumple”, sino que se vive. Que la confesión no es un trámite, sino un sacramento de transformación. Que el domingo no es un día para “ponerse al día”, sino para comenzar de nuevo.

5. El domingo como escuela de humanidad

La liturgia dominical puede ser un espacio de formación espiritual, de reconciliación, de apertura al misterio. Pero para ello debe ser significativa, encarnada, cercana. No puede ser un rito vacío ni una repetición mecánica. El domingo puede enseñar a vivir: a agradecer, a escuchar, a compartir, a esperar. Puede ser lugar de sanación, de reencuentro, de profecía. Pero eso exige comunidades vivas, celebraciones cuidadas, ministros que acompañen con ternura y profundidad.

6. Conclusión: hacia una comunidad que convoca, no que controla

La Iglesia está llamada a ser madre, no juez. El domingo debe ser vivido como fiesta de pertenencia, no como examen de fidelidad. La comunidad cristiana no vigila quién falta, sino que acoge a quien llega. 
El precepto dominical, bien entendido, no es una amenaza, sino una promesa: la de que cada domingo podemos volver a empezar, juntos, en torno al Pan que nos une. Solo así podrá ser signo del Reino.

(P. Valls)

viernes, 12 de septiembre de 2025

LITURGIA Y VIDA: DEL ALTAR A LA CALLE

La liturgia no termina con la bendición final. Comienza allí. Lo que celebramos en el altar está llamado a encarnarse en la calle, en la casa, en el trabajo, en el dolor y en la esperanza del pueblo. Si la liturgia no transforma la vida, se vuelve estéril. Si no nos lleva a amar más, a servir mejor, a vivir con más hondura, entonces no hemos celebrado: solo hemos asistido. Esta entrada quiere explorar cómo la liturgia puede convertirse en fuente de vida cotidiana, en impulso pastoral, en fermento de comunión.

🕊️ Del gesto al estilo de vida

El gesto litúrgico —el compartir el pan, el saludo de paz, la escucha de la Palabra— no es solo símbolo. Es llamado. Nos enseña a vivir de otra manera. A partir el pan con los pobres, a reconciliarnos con los que nos duelen, a escuchar sin juzgar. La liturgia forma un estilo de vida: humilde, abierto, disponible. No es solo rito: es escuela de humanidad.

🧺 La liturgia como fermento pastoral

Una comunidad que celebra bien, vive mejor. La liturgia no es refugio para escapar del mundo, sino lugar para aprender a habitarlo con fe. De ella brotan gestos concretos: acompañar al enfermo, acoger al migrante, cuidar al hermano. El rito no es evasión: es encarnación. Nos devuelve al mundo con los ojos del Evangelio.

🌿 La espiritualidad del cotidiano

Celebrar bien nos enseña a vivir bien. A bendecir la mesa familiar, a guardar silencio interior en medio del ruido, a reconocer el rostro de Cristo en el que sufre. La liturgia nos da palabras, gestos, ritmos que pueden habitar la vida diaria. La espiritualidad litúrgica no se queda en el templo. Se extiende al mercado, al aula, al hospital, al barrio. Es una espiritualidad encarnada, cotidiana, humilde.

🙌 Conclusión: vivir lo que celebramos

La liturgia no es un paréntesis sagrado. Es el corazón que late en medio de la vida. Celebrar bien es aprender a vivir con hondura, con ternura, con fidelidad.
Del altar a la calle, del gesto al compromiso, del rito a la comunión: ese es el camino. Que lo que celebramos transforme lo que vivimos. Que el pan partido nos haga más generosos. Que la Palabra escuchada nos haga más compasivos. Que el silencio compartido nos haga más disponibles.

(P. Valls) 

MÁS ALLÁ DEL RITO: LA LITURGIA COMO PUENTE

La polarización no es solo un fenómeno político o social. También atraviesa la Iglesia, nuestras comunidades, incluso nuestras celebraciones. A veces, el rito se convierte en campo de batalla: se discute sobre formas, lenguajes, ornamentos, como si el misterio pudiera encerrarse en una estética. Pero la liturgia, en su esencia más profunda, no fue pensada para dividir. Fue pensada para reunir. Esta entrada es una invitación a redescubrir la liturgia como espacio de reconciliación. No porque ignore las tensiones, sino porque las transfigura. Porque nos devuelve al centro: Cristo, que parte el pan, que lava los pies, que reúne a todos en una misma mesa.

🔥 El rito como trinchera… o como mesa compartida

En algunos ambientes, la liturgia se ha convertido en símbolo de identidad excluyente. Se absolutizan formas, se idealizan estilos, se condenan sensibilidades distintas. Pero el rito no es propiedad de unos pocos. Es lenguaje común. Es mesa abierta.

La Eucaristía no es premio para los puros, ni refugio para los nostálgicos. Es alimento para el camino, medicina para los heridos, gesto de comunión para los diversos. Cuando el rito se vive como ideología, se rompe la comunión. Cuando se vive como encuentro, el Reino se hace presente.

🤝 La liturgia como espacio de reconciliación

Reconciliar no es uniformar. Es acoger. Es permitir que el gesto compartido —el canto, el silencio, la procesión, la escucha— nos devuelva a lo esencial. En la liturgia, no celebramos nuestras diferencias: celebramos la gracia que nos une.

La liturgia puede ser lugar de sanación cuando se vive desde el servicio, no desde el poder. Cuando el sacerdote se convierte en mediador humilde, no en figura dominante. Cuando el pueblo participa activamente, no como espectador pasivo. Cuando el rito se convierte en lenguaje común, no en código de exclusión.

🌿 Gestos que abren, no que cierran

Hay gestos litúrgicos que pueden abrir espacios de comunión: el saludo de paz, la oración universal, el canto compartido, la bendición final. Pero también hay gestos que, si se absolutizan, pueden cerrar: el uso rígido de ornamentos, la exclusión de ciertos lenguajes, la negación de la participación.

La clave está en el discernimiento pastoral. ¿Qué gesto ayuda a que el pueblo se sienta acogido? ¿Qué forma permite que el misterio se revele sin barreras? ¿Qué estilo litúrgico encarna el Evangelio en este tiempo y lugar?

🙌 Conclusión: celebrar para reconciliar

La liturgia no es neutral. Puede dividir o puede unir. Puede imponer o puede acoger. Puede ser espectáculo o puede ser comunión. En tiempos de polarización, celebrar bien es un acto profético.

Recuperar el sentido profundo del rito —como lenguaje del alma, como espacio de comunión, como expresión del cuerpo eclesial— es una tarea urgente. No se trata de elegir entre lo antiguo y lo nuevo, sino de abrirnos al Espíritu que hace nuevas todas las cosas.

Celebrar para reconciliar. Celebrar para sanar. Celebrar para volver al centro: Cristo, que no excluye, que no impone, que no divide. Sino que reúne, transforma y envía.

(P. Valls)

EL CUERPO QUE ORA: GESTOS; SILENCIO Y PRESENCIA EN LA LITURGIA

En mi experiencia pastoral, he visto cómo muchas personas llegan a la liturgia buscando sentido, pero se encuentran con palabras que no tocan, gestos que no comprenden, y silencios que no saben habitar. En medio de esa búsqueda, el cuerpo aparece como un gran olvidado. Y sin embargo, es en el cuerpo donde comienza toda oración verdadera. La liturgia no es solo palabra ni rito: es encuentro. Y ese encuentro pasa por el cuerpo. En tiempos donde la espiritualidad corre el riesgo de volverse virtual, desencarnada o puramente intelectual, necesitamos redescubrir que el cuerpo también ora. Que el gesto revela, que el silencio habla, que la postura forma.
Esta entrada es una invitación a mirar la liturgia desde el cuerpo, como lugar de revelación y camino de transformación.

🙌 El gesto como lenguaje del alma

Cada gesto litúrgico —la señal de la cruz, la inclinación, el abrazo de paz, el estar de pie o de rodillas— es más que una acción ritual: es una palabra silenciosa que brota del alma. El gesto bien vivido no es decoración, sino expresión. No es repetición, sino revelación.

Cuando el gesto nace de la interioridad, el cuerpo entero se convierte en oración. El pueblo no solo escucha: responde con el cuerpo. El sacerdote no solo preside: encarna el servicio. El gesto forma la comunidad, la dispone, la une.

En una liturgia donde los gestos se han vuelto mecánicos o estéticos, recuperar su sentido espiritual es urgente. El gesto bien vivido enseña a vivir con humildad, con reverencia, con comunión.

🤫 El silencio como espacio corporal

El silencio litúrgico no es ausencia de sonido. Es presencia plena. Es el cuerpo que se aquieta, que escucha, que espera. En ese silencio, el alma se abre y el misterio se revela. El silencio no es pausa entre palabras: es palabra encarnada.

El silencio tiene peso, tiene ritmo, tiene cuerpo. No es solo psicológico: es espiritual. En él, el pueblo se une en una espera compartida. El sacerdote se convierte en mediador del misterio. El espacio se transforma en santuario.

En una liturgia saturada de discursos, recuperar el silencio es recuperar el cuerpo como lugar de escucha. Es permitir que el Espíritu hable en lo profundo, sin necesidad de explicaciones.

🧎‍♀️ La postura como disposición interior

Estar de pie, sentarse, arrodillarse, caminar en procesión… cada postura litúrgica forma el alma. Nos enseña a estar disponibles, atentos, humildes, agradecidos. El cuerpo educa el corazón. La liturgia, bien vivida, nos enseña a estar ante Dios con todo lo que somos.

La postura no es solo funcional: es espiritual. Estar de pie es estar en vigilia. Arrodillarse es reconocer la grandeza del misterio. Sentarse es disponerse a escuchar. Caminar en procesión es saberse pueblo en camino.

Cuando el cuerpo participa, la fe se encarna. Cuando el cuerpo se ausenta, la liturgia se vuelve abstracta. Por eso, cuidar los gestos, las posturas, los ritmos, es cuidar la espiritualidad.

🌿 Conclusión: celebrar con todo el ser

La liturgia es escuela de encarnación. Nos enseña a celebrar con todo el ser: mente, alma y cuerpo. Nos recuerda que el Dios que se hizo carne sigue hablándonos en lo concreto, en lo visible, en lo corporal.

Celebrar con el cuerpo es abrirse al misterio que nos transforma desde dentro. Es permitir que el gesto revele, que el silencio hable, que la postura forme. Es dejar que el cuerpo ore, no como accesorio, sino como sacramento.

En cada gesto compartido, en cada silencio habitado, en cada postura vivida, el Reino se hace presente. Y el pueblo aprende a vivir como cuerpo de Cristo, encarnado en la historia, abierto al Espíritu, disponible para la comunión.

(P. Valls) 

CELEBRAR PARA APRENDER: LA LITURGIA COMO ESCUELA DEL REINO

En tiempos de fragmentación y ruido, la liturgia aparece como un espacio donde el Evangelio se encarna no solo en palabras, sino en gestos, silencios, ritmos y comunión. No es solo rito: es pedagogía. En ella, el Pueblo de Dios aprende a vivir como cuerpo, como comunidad, como discípulos del Reino.

📖 Más que doctrina, experiencia compartida

La liturgia no transmite ideas abstractas. Transmite vida. En ella, el pan se parte, la Palabra se escucha, el cuerpo se inclina, el canto se eleva. Cada gesto enseña algo: que somos llamados a compartir, a escuchar, a responder, a esperar. La liturgia forma el corazón sin imponerlo. Educa sin moralizar. Como decía Romano Guardini, “la liturgia no enseña directamente, sino que forma”. Forma en la gratuidad, en la espera, en la comunión. Nos enseña a vivir el Evangelio sin necesidad de explicarlo todo.

🕊️ El Reino se aprende celebrando

Jesús no dejó un manual. Dejó gestos: partir el pan, lavar los pies, bendecir a los pequeños, mirar con compasión. La liturgia recoge esos gestos y los ofrece al pueblo como camino. Celebrar es aprender a vivir como Él vivió: con humildad, con apertura, con ternura.
Cuando la liturgia se convierte en espectáculo o en trinchera ideológica, pierde su fuerza formativa. Pero cuando se vive como comunión, como escucha, como respuesta, entonces el Reino se hace presente —no como doctrina, sino como experiencia.

🌿 ¿Qué estamos enseñando al celebrar?

Cada comunidad debería preguntarse: ¿Qué aprende nuestro pueblo cuando celebra con nosotros? ¿Aprende a juzgar o a acoger? ¿A competir o a compartir? ¿A repetir fórmulas o a abrir el corazón?
La liturgia no es neutral. Forma o deforma. Por eso, recuperar su dimensión pedagógica es una urgencia pastoral. No para controlar, sino para liberar. No para imponer, sino para acompañar.

🙌 Conclusión: celebrar como discípulos

La liturgia es escuela del Reino cuando forma discípulos que viven lo que celebran. Cuando el gesto compartido se convierte en estilo de vida. Cuando el silencio litúrgico enseña a escuchar en la vida. Cuando el pan partido se convierte en pan compartido fuera del templo. Celebrar bien no es cuestión de estética, sino de fidelidad. Fidelidad al Evangelio, al pueblo, al Espíritu que sigue enseñando a través de gestos humildes y palabras encarnadas.

(P. Valls)

jueves, 11 de septiembre de 2025

¿SER UN CRISTIANO COHERENTE ES SER DE DERECHAS?

Una persona ha escrito en Facebook: Si eres cristiano y decente, lo lógico es ser de derechas... ¿Qué piensas?

Esa afirmación es provocadora, y aunque puede reflejar una opinión personal, no representa una verdad universal. La relación entre cristianismo y política ha sido históricamente compleja y diversa. A lo largo de los siglos, ha habido cristianos que han defendido posturas de derecha, izquierda, centro e incluso el rechazo total a la participación política.

🎯 Algunos puntos clave para reflexionar:

Cristianismo no es monolítico en política: Hay cristianos que apoyan el conservadurismo por su énfasis en valores tradicionales, familia y moral sexual. Pero también hay cristianos que se identifican con la izquierda por su compromiso con la justicia social, la equidad económica y el cuidado de los marginados.

Diversidad histórica: Existen corrientes como el socialismo cristiano, el comunismo cristiano, el libertarismo cristiano y la democracia cristiana, cada una con fundamentos teológicos distintos. Por ejemplo, el Partido Demócrata Cristiano en Chile o el PAN en México se ubican en la centroderecha, mientras que otros movimientos cristianos han impulsado reformas sociales desde la izquierda.

Decencia ≠ ideología: Ser “decente” no implica automáticamente una afiliación política. La decencia puede expresarse en muchas formas: honestidad, compasión, respeto por los demás… y eso no pertenece exclusivamente a ningún espectro político.

Cristianos progresistas: Muchos cristianos defienden causas como la justicia racial, los derechos de los migrantes, el cuidado del medio ambiente y la equidad de género, que suelen asociarse con posturas más progresistas.

📌 En resumen: decir que “lo lógico” es ser de derechas si eres cristiano y decente es una simplificación que ignora la riqueza de pensamiento dentro del cristianismo. La fe puede inspirar valores que se expresan en múltiples formas políticas, y lo más importante es cómo esos valores se viven y se aplican en la vida cotidiana.