Al revisar las lecturas de este domingo XXIX (B), me encuentro de entrada con esta frase del libro de Isaías (53,10/11):
"Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento".
No faltará quien crea que en ella se justifica el sufrimiento, el dolor, los momentos oscuros de la vida, e incluso que estos son voluntad de Dios. Prefiero pensar la vida como un largo camino de aprendizaje que hacemos siempre de la mano de Dios, y en el que vamos superando de una u otra manera los diversos obstáculos que aparecen, inevitablemente, en esa senda. Ante ellos tomamos conductas diferentes: la queja, el llanto, la rabia, el desespero, e incluso renegamos de nuestra fe.
Supongo que muchas veces establecemos al Dios en el que creemos en el ámbito del "hacer", y lo enjuiciamos si hace o no hace determinadas cosas. Pero Dios pertenece básicamente al ámbito del Ser: Dios es el que es, el substrato de la vida, y cito siempre esta frase del apóstol: En él vivimos, nos movemos y existimos. Cuando pasamos por la prueba, lo hacemos en Dios, siempre desde Dios, contando con sus fuerzas, y si en ese momento echamos mano a nuestra fe, y vivimos la prueba desde el abandono y la confianza, saldremos de ella con mayor sabiduría, libertad y fuerza.
El alma pasa por el crisol, y saldrá saciada de conocimiento. Hacerlo de esta manera no significa que no nos quejemos a Dios, que no protestemos, que no reneguemos; todo eso lo podemos hacer, sin dejar de ser hijos y discípulos. Algo en el fondo de nosotros sigue suspirando en silencio, diciendo Abba, Padre, con los gemidos del dolor que padecemos. Dios no se molesta con nosotros por eso, nos conoce; más que nuestras palabras, ve y escucha nuestro corazón.
He querido hacer esta reflexión pensando en mi propia experiencia y en la de otras personas conocidas, no porque tenga el remedio, sino porque cuando miramos atrás confirmamos siempre que la misericordia de Dios no ha faltado nunca en nuestra vida, aunque pensásemos lo contrario; que su mirada, que al decir de los santos del Carmelo es siempre mirada amorosa, no se ha apartado de nosotros nunca.
"Nosotros aguardamos al Senor/ Él es nuestro auxilio y escudo/Que Tu misericordia venga, Dios, sobre nosotros, como lo esperamos de Ti".
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