lunes, 29 de octubre de 2018

EDIFICADOS SOBRE EL CIMIENTO DE LOS APÓSTOLES...

A partir de las lecturas bíblicas que utilizamos ayer en las celebraciones eucarísticas dominicales, desarrollé tres ideas que buscaban renovar en quienes me escucharon el amor por la dimensión comunitaria, eclesial, de nuestra vida cristiana. Me motivó la frecuencia con que algunos reconocen la frecuente ausencia a la eucaristía dominical, regularmente por motivaciones de poco peso, y luego hablan sobre todo de "faltar a una obligación". Suelo decirles que la misa dominical, más que una obligación es una necesidad, la que tiene el hombre o la mujer de fe de alimentarse y procurar  sustento para el camino cotidiano, para la batalla espiritual que sostenemos. En la misa del domingo recibimos tres auxilios: la Palabra, la Mesa eucarística, y la fraternidad de los hermanos, tres panes, aunque el último punto suele olvidarse con frecuencia.

 A partir de estas ideas previas, y lo que me sugerían las lecturas, propuse tres puntos:

1. Estamos edificados sobre el cimiento de los apóstoles, Cristo es la piedra angular, y nosotros, como piedras vivas, nos vamos integrando en la construcción, para que la Iglesia sea, para todos, morada o casa de Dios (Efesios 2, 19/22). Esta visión espiritual de fortaleza, integración y compromiso es fundamental para nuestra vida espiritual como cristianos.

2. Somos conscientes de nuestra pobreza, pero, como Pedro y Juan en el pórtico del templo, tenemos algo importante y valioso que anunciar y compartir: tenemos a Cristo (Hechos 3, 1/10). No perdamos de vista qué es lo esencial que tenemos para dar, porque a menudo perdemos el rumbo, y dedicamos innumerables esfuerzos y recursos a otras cosas.

3. Nuestros nombres, como el de los apóstoles, están inscritos en el Libro de la Vida; Jesús nos ha llamado a cada uno para enviarnos a sanar, consolar, edificar. La fe es una fuerza, que alimentamos semana tras semana, para que no decaiga nuestro entusiasmo de compartir una misión con Cristo (Lucas 6,12/19). 

 Creo que es importante alimentar nuestro sentido de pertenencia a una comunidad de fe, una comunidad espiritual, que nos nutre, nos fortalece y nos anima para caminar y vivir según el Evangelio.

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