martes, 22 de octubre de 2019

QUÍTAME EL MIEDO

Esta semana, en el Oficio de Lectura, volvemos a leer dos textos que siempre disfruto y aprovecho espiritualmente: me refiero al libro bíblico de Ester, y a la Carta de San Agustín a Proba, sobre la oración. El primero, es como volver a leer una novela o ver una película, y me despierta muchos interrogantes acerca de sus personajes y de los avatares de la historia. El segundo es una verdadera catequesis sobre la oración cristiana, muy a propósito esta vez, luego del Evangelio que se proclamó el último domingo. Me resulta curioso que luego de tantos años leyendo las mismas lecturas, sigan resultando atractivas y provocando reflexiones. 

 Esta vez me detengo en parte de una oración que hace la reina Ester, preparando su presentación ante el rey, en defensa de su pueblo:

 "¡Oh Dios poderoso sobre todos! 
Escucha el clamor de los desesperados,
 líbranos de las manos de los malhechores,
 y a mí, quítame el miedo".

Cualquiera de nosotros la podría hacer suya en algún momento del camino, porque es sencilla, fácil de memorizar, y además el último verso vale como reclamo para todo momento de la vida religiosa y espiritual: "Quítame el miedo". El miedo no es bueno ni sano para el espíritu, y así lo recoge la Primera Carta de Juan

"En esto consiste la perfección del amor en nosotros: en que tenemos confianza absoluta en el día del juicio; porque como es él, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor; por el contrario, el amor perfecto desecha el temor, pues el temor supone el castigo y el que teme no es perfecto en el amor". 

También evoco ahora lo que dice otro conocido maestro espiritual acerca del miedo: "Algunos dicen que solamente hay dos cosas en el mundo:Dios y el miedo; el amor y el miedo son las únicas dos cosas. Solamente hay un mal en el mundo: el miedo. Solamente hay un bien en el mundo: el amor. A veces le dan otros nombres. A veces lo denominan felicidad o libertad o paz o gozo o Dios o lo que sea. Pero el rótulo realmente no importa. Y no hay un solo mal en el mundo que no se origine en el miedo. Ni uno solo".

Vale la pena reflexionar en ello, en momentos en que parece ganarnos la partida la violencia, la ira, la venganza; todo eso es la expresión de nuestros temores. El miedo y lo que lo origina es un camino que no conduce al amor de ningún modo, y provoca dolor, porque hiere, separa, enfrenta, odia. No por gusto Jesús dejó esta exhortación a los suyos: "NO TENGAN MIEDO".

 Por eso hoy, me quedé rumiando el pequeño texto del libro de Ester en la oración de la mañana, y repetí una y otra vez:

Señor, quítame el miedo, y haz que sea el amor lo que llene e impulse siempre mi vida, mi relación con los demás, y mi ministerio de servicio a la comunidad.

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