Este domingo, leemos como primera lectura en nuestras Eucaristías, un precioso texto que comparto a continuación, y que merece leerse muchas veces, rumiarse, incluso tomarse como fuente de nuestra oración personal, para AGRADECER Y CONFIAR:
"Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor" (Sabiduría 11, 22-12,2).
El ojo pesimista tropieza con un mundo todo opaco. El ojo del sabio lo ve todo con amor y lo encuentra transparente hacia el amor de Dios. El mismo mal lo remite a la misericordia. El amor de Dios ofrece a lo malogrado la oportunidad de rehacerse; el impulso que toda criatura lleva dentro para realizarse apunta a la fuente de la vida y a la fuente del amor (Comentario del Misal de la Comunidad).
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