"ADVIENTO es el tiempo oportuno y privilegiado para escuchar el anuncio de la liberación de los pueblos y de las personas. En él se percibe una invitación a dirigir el ánimo hacia un porvenir que se aproxima y se hace cercano, pero que todavía está por llegar. Tiempo para descubrir que nuestra vida pende de unas promesas de libertad, de justicia, de fraternidad todavía sin cumplir; tiempo de vivir la fe como esperanza y como expectación, tiempo de sentir a Dios como futuro absoluto del hombre".
Este tiempo litúrgico tiene cuatro domingos, y en cada uno de ellos encendemos un cirio en nuestra celebración (y también si queremos en nuestras casas, con la familia), y comenzamos la Eucaristía con una oración, que llamamos "colecta", porque recoge el sentir de la asamblea y de toda la Iglesia. Las comparto a continuación:
Primer domingo: "Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno" (Siempre Cristo viene a nosotros; actualizar nuestro salir, que se hace concreto en compromisos de vida y justicia).
Segundo domingo: "Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida" (Que nuestra búsqueda de lo trascendente no se vea entorpecida por lo transitorio y temporal, sino que estas cosas nos ayuden a alcanzar la vida plena).
Tercer domingo: "Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante" (Actitudes fundamentales: esperanza y alegría).
Cuarto domingo: "Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección" (La Encarnación y la Resurrección están conectadas; renacer para vivir, triunfando sobre la muerte y el pecado).
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de madre;
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora
prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración
y cantando su alabanza.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles,
y con todos los coros celestiales
cantamos sin cesar el himno de tu gloria...
En cada Eucaristía dominical leemos tres lecturas y un salmo. La primera lectura en los cuatro domingos de este ciclo está tomada de ISAÍAS; la segunda lectura, de ROMANOS, salvo el tercer domingo que leemos a SANTIAGO; el Evangelio es el de MATEO los cuatro domingos. Los protagonistas de este tiempo: Isaías, Juan Bautista (que aparece en el Evangelio del segundo y tercer domingos), y María
Veamos las antífonas de los Salmos:
1. Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor (121).
2. En sus días florecerá la justicia y brillará la paz (71).
3. Ven, Señor, a salvarnos (145).
4. Que entre el Señor, el rey de la gloria (23).
También podemos apreciar en ellas una gradualidad, es decir, un camino que comienza con el anhelo y termina con la llegada de Jesús. Pueden servirnos como jaculatorias durante la semana.
Cada domingo y cada semana trae su propio mensaje, que se integra al mensaje general de este tiempo, y a través de la rica imaginación de Isaías, de las fuertes palabras del Bautista, o las exhortaciones de Pablo y Santiago, llegamos a disponernos, como MARÍA, para que también en nosotros se encarne la Palabra. Ella es la que hace que nuestra espera sea fecunda.
La duda que corroía al Bautista nos inquieta también a nosotros a menudo, pero son las obras de Dios, las que realizamos día a día, las que responden: ayudemos con una vida justa a que Dios no deje de nacer entre nosotros.
La duda que corroía al Bautista nos inquieta también a nosotros a menudo, pero son las obras de Dios, las que realizamos día a día, las que responden: ayudemos con una vida justa a que Dios no deje de nacer entre nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.