jueves, 21 de noviembre de 2019

DOMINGO DE CRISTO REY

El último domingo del tiempo ordinario la Iglesia celebra la solemnidad de Jesucristo, rey del universo. Esta fiesta, más conocida como Cristo Rey, fue instaurada por Pío XI el 11 de marzo de 1925. Apareció en el contexto histórico y social de una Iglesia sola e inerme frente al auge republicano y anticlerical de los países europeos. No olvidemos que las monarquías eran tradicionalmente cristianas y que los eclesiásticos se declaraban monárquicos. 

 Es fiesta de un título de Cristo correspondiente a una ideología, hostil a la secularización del mundo moderno y nostálgica de la cristiandad medieval.  Se revaloriza el título de Jesús como Rey de reyes, con la pretensión de que los Estados reconozcan pública y oficialmente a Jesucristo Rey, mediante consagraciones hechas por el primer mandatario de la nación. Ante los nuevos parlamentos, la Iglesia pretende defender sus derechos a través de partidos políticos cristianos y de centrales sindicales católicas. No se admitía la autonomía del mundo, se defendía el poder temporal de los papas y se exaltaba la autoridad de la Iglesia institucional hasta límites increíbles. 

 Como Jesús es Rey, se concluía que la Iglesia ha de ejercer la realeza con todas sus consecuencias relativas a derechos, privilegios e influencias.  Otros pretendían espiritualizar la realeza de Jesús considerado Rey de las almas, sin conexión alguna con lo social y lo político. Jesús era mero guía espiritual. 


Después del Concilio Ecuménico Vaticano II debemos situar la fiesta de Cristo Rey en un nuevo contexto social, dentro de las perspectivas litúrgicas del Viernes santo. El mundo posee su autonomía propia, no pertenece a la Iglesia.  Sólo desde la fe podemos afirmar que Jesucristo es Señor del mundo y de los hombres. 

 También debemos revisar nuestra concepción cristiana de la Iglesia y, en concreto, las relaciones de esta con el Estado. La Iglesia ha de ser libre e independiente de todo poder civil. Su misión incide en las realidades temporales, aunque desde el ángulo de lo específicamente evangélico, ya que el ejercicio del profetismo es tarea esencial cristiana. 

 La realeza de Cristo no se visibiliza en la Iglesia por sus poderes o su resplandor, sino por la justicia, el servicio y la caridad.

Oración

 Dios, Padre todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu hijo muy amado, Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu infinita misericordia y te glorifique sin fin.

Lecturas: Segundo Libro de Samuel 5, 1-3; Salmo 121; Colosenses 1, 12-20; San Lucas 23, 35-43.

"El triunfalismo eclesial es una renuncia al misterio de la cruz"

(Tomado del MISAL DE LA COMUNIDAD)

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