Para que haya Iglesia y no simple conglomerado de individuos o masa anónima, con el peligro de la anarquía o del autoritarismo, es necesario que el pueblo de Dios esté organizado en comunidades estructuradas. La Iglesia necesita responsables.
Ahora bien, en la Iglesia todos somos hermanos,iguales a partir de los sacramentos de la iniciación. En el interior de la comunidad, responsable de su misión, surgen los ministros cualificados u ordenados. La Iglesia primitiva llamó pronto diáconos, presbíteros y obispos a estos responsables. La palabra sacerdote no es la más adecuada, por sus resonancias con el culto pagano.
El ministerio de la Iglesia es un servicio, no un dominio; un carisma, no un privilegio; una preocupación, no una dignidad; un sacrificio, no un honor. De los ministerios básicos evangélicos destacan dos: el servicio de la palabra o evangelización y el de la reconciliación.
En estos últimos años han surgido ministerios nuevos de base laical (presidentes de asamblea, líderes de comunidades de base, catequistas, visitadores de enfermos, animadores litúrgicos, etc) que sustituyen a deformados ministerios clericales. Los diáconos casados son un ejemplo concreto. Es de esperar que se llegue a reformar profundamente la concepción de los servicios en la Iglesia y de la Iglesia para que haya comunidades vivas responsables.
Así se llegarán a descubrir ministerios diferentes, precisos, de importancia vital, con responsabilidad personal y reconocidos litúrgicamente por cada Iglesia local.
(Misal de la comunidad)
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