Sigfredo Ariel falleció este domingo en La Habana a los 58 años víctima de cáncer. Sigfredo no fue solo un excelente poeta sino un investigador a fondo de la música cubana. Con su obra entregó un abarcador testimonio del origen y la evolución de la creación musical del país. Cronista de su tiempo, el legado que nos deja es indispensable para conocer y comprender la cultura de la isla. Sigfredo mantuvo un diálogo con la realidad a través de un obra poética que no perdió el encanto y el rigor desde que se inició en estas lides hace más de tres décadas. Con su muerte Cuba pierde a uno de los principales referentes y renovadores de la generación de los 80 en la poesía y a un intelectual cuya obra es de obligada consulta en el ámbito de la poesía, la música, el ensayo y la promoción cultural. Su poema La luz, bróder, la luz es uno de de los documentos representativos de su obra y de las marcas más visibles del quehacer de su generación y de la poesía cubana contemporánea (Michel Hernández).
"Mirar caer la nieve en la oficina de registro
cuando uno es la señal con un pañuelo, un sauce
que huele a mar del trópico, un animal aislado.
Pudiera caer ahora mismo la nieve sobre los edificios
en copos graves
pudiera morirme si me viera en una cerrazón
que tumba la cabeza
hasta las manos de los padres
que esperan sentados en un parque
y que no saben nada.
Un hombre quitaría con una vieja pala esta ceniza.
Vagamente regresa a aquel lugar
donde llovía detrás de la cabeza
cuando tuvo otro nombre y una cicatriz en la barbilla
y era hipócrita y humano
como un pobre diablo.
Bebía en los circos de ocasión
y tenía el bolsillo repleto de llaves inservibles
y un temor absoluto de la soledad.
Seré yo mismo acaso si fuera tenedor de libros
o fuera neerlandés y conociera la magia
y si en el extremo de mi vida la nostalgia
me pasmara las manos sobre el hielo.
Job pudo reposar sin violentarse
sobre este caracol marino
y las sábanas pudieran estar llenas de alfalfa
so de termas brillantes o de casas de troncos.
Quiénes seríamos entonces / calle abajo
acaso compraríamos el periódico de la mañana
cayéndonos de sueño y las mandarinas y el pan dulce.
Estos años románticos los querrán los hijos
de los hijos y buscarán la letra en el registro, nuestros discos
los papeles sucios.
Voy a morir sin ver la nieve
qué hubiéramos adelantado bajo la nieve harinosa
esa pequeña aventura en nuestra luz:
el paso de un astro, la carrera de una estrella.
Estos días van a ser imaginados
por los dioses y los adolescentes que pedirán estos días
para ellos.
Y se borrarán los nombres y las fechas...
y nuestros desatinos
y quedará la luz, bróder, la luz
y no otra cosa".
Sigfredo Ariel
(1962-2020)
"Un poeta no muere a sus 58 años. Ni una enfermedad brutal es quien lo despedaza. Quien muere es el poeta que desaparece sin legarnos al menos una línea, un modo de recordarnos ante su página. Cada libro segrega, a su modo, su canción. Sigfredo Ariel se hizo un lugar en la música desde la poesía. Y la música es la sangre espiritual de este país, una de sus fuerzas. Me propongo hallarlo otra vez en esas fuentes de resistencia inagotables. En el verso con reminiscencias de Lezama o Darío, pero también en el son que contiene su secreto, y lo revela a manera de charada. Con él aprendí a pensar a un poeta desde la canción, desde la música. Y tengo fe en que gracias a ello, nos seguirá acompañando su voz. Su voz, bróder, su voz. Y no otra cosa".
(Norge Espinosa, La Jiribilla)
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