sábado, 5 de diciembre de 2020

LAS CLAVES DEL ADVIENTO

Revisemos las claves que en esencia están de fondo en los textos bíblicos que propone la Iglesia, ampliando su comprensión desde la propia vida, por supuesto. Porque la fe es algo vivo y no un depósito inamovible que contemplamos desde la cerca; de ahí que cada año queda algo por descubrir. 

La palabra que engloba el espíritu del último mes del año en clave cristiana es “espera”, y desde ahí, “esperanza”; se nos invita a prepararnos, a estar despiertos, alertas, que es igual a decir: “vivos”. No hablamos simplemente de preparar “esta navidad”, eso es sólo el motivo exterior, incidental, sino de estar siempre preparados al nacimiento de lo nuevo en nuestra vida, de celebrar siempre lo nuevo que acontece si estamos despiertos. No hay frase bíblica que escuche yo con más entusiasmo que la que afirma de parte de Dios: “He aquí que yo lo hago todo nuevo”. 


Fijémonos en cuatro frases que están tomadas del Evangelio que leemos en la Eucaristía de estos cuatro domingos; ellas intentan resumir el sentido del texto completo: 

1- “Vigilen, pues nadie sabe cuándo es el momento”. 

2- “Envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar el camino…una voz que clama en el desierto”. 

3- “En medio de ustedes hay uno que no conocen”. 

4- “Ninguna cosa es imposible para Dios”. 


Si leemos con detenimiento las frases anteriores, y miramos más allá de su significado inmediato, descubriremos intuiciones fundamentales de toda vida espiritual; podemos ahondar en cada una de ellas a lo lago de la semana correspondiente, y dejar que su eco resuene, desde la mente al corazón, y se haga carne, para que esta escucha atenta a lo interior prepare sitio al despertar de la Vida en nosotros. 

La primera clave será pues, esta: solemos andar por la vida a medio gas, dormidos, aletargados, conformados, temerosos de perder lo que tenemos, las seguridades a las que nos aferramos. Tenemos que despertar, estar alertas, vigilantes, para poder descubrir la Verdad de la Vida que nos ofrece Dios. Nadie sabe por quién ni de dónde vendrá el despertar. 

La segunda clave es una invitación al encuentro con el otro o la otra, nuestros semejantes, pues es a través de ellos que Dios suele hablar, ellos son los mensajeros, ellos son los ángeles. A menudo es un encuentro o una palabra dicha la que disipa la bruma y nos abre a lo nuevo, a la vida. 

La tercera clave es el desafío de encontrar lo nuevo en medio de lo cotidiano, incluso de la rutina; siempre está ahí, pero no podemos verlo porque estamos dormidos. De ahí que, en sucesión de acontecimientos, despertar suponga encuentro y revelación. 

Y la cuarta clave es la confianza, la certeza, de que todo es posible. Y tenemos que abrazar no sólo cada año, cada mes, sino cada día, cada minuto, como un verdadero regalo, preñado de posibilidades. 


A través de estas cuatro claves encontraremos el sentido auténticamente cristiano de la Navidad, lo que significa celebrar el nacimiento de Jesús en nuestra carne.

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