jueves, 1 de noviembre de 2018

UN CORAZÓN ILUMINADO

“Ser iluminado es ver detrás de todas las formas que la vida adopta al Dios que las mantiene en la existencia. La iluminación ve también, detrás de las formas, imágenes y lenguajes que intentan personalizar a Dios, al Dios que es demasiado personal, demasiado grande, para ser una única forma o un único nombre.
La iluminación nos lleva, más allá de nuestra mentalidad provinciana, a la presencia de Dios en todas partes, en todo el mundo, en el universo. La iluminación prescinde del color, desdeña el género, libera los talentos y escucha otras voces, no la suya, precisamente por no ser suya.
Ser iluminado es estar en contacto con el Dios en nosotros y a nuestro alrededor, en nuestra persona y en los demás, más que estar integrado en un camino concreto, en una manifestación determinada, en una construcción denominacional o nacionalista o en una identidad sexual, por buena y bienintencionada que sea esa forma benigna de irreligiosidad.
Dios es luz radiante, fuego resplandeciente, espíritu asexual, viento incoloro. Dios es el imán de nuestra alma, el aliento de nuestro corazón, la materia de nuestra vida. Dios no es el pigmento ni la bandera ni el género de nadie. Y quienes otorgan identidad a su Dios según algún de estas credenciales hacen un nuevo ídolo en el desierto. Para ser iluminados debemos dejar que Dios nos hable a través de todas las cosas, y de todas las personas, mediante las cuales Dios resplandece en la vida”.

“La persona con el corazón iluminado es consciente de que las preguntas de nuestro tiempo no pueden responderse con la limitada visión del pasado”.

Joan Chittister, OSB
Odres nuevos. Antología de una visión espiritual
Sal Terrae, 2003

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