Cristo ha resucitado,y lo hemos estado celebrando gozosamente durante toda esta semana. Pero este acontecimiento histórico ha sucedido solamente ante Dios. Ningún ser humano ha sido testigo directo del momento justo en que Cristo resucitó. Sin embargo, podemos llegar a percibir este acontecimiento por otros caminos y ser testigos veraces de este acontecimiento singular. El Resucitado se hace presente, se "aparece", y los discípulos lo pueden "ver". Con esto, los Evangelios nos sugieren que hay unos signos por los que el Resucitado se hace presente.
Para llegar a percibir esos signos es necesaria la FE. El Resucitado pertenece ya a una esfera del mundo totalmente nueva, no a lo temporal y pasajero, sino a lo definitivo que nos espera. No hay ningún hecho conocido en la historia que se pueda comparar con la resurrección de Jesús. Es algo nuevo, y además, pertenece al futuro, no al pasado; por eso no se puede sino creer y esperar. "Dichosos los que crean sin haber visto". Pero advierto, a un futuro que ya està en presente, que acontece en Cristo, en los que son de Cristo, y por ellos en el mundo.
Por eso, uno de los signos más reveladores del Resucitado es el estilo de vida de su comunidad; esta surge cuando, llevados por el Espíritu de Jesús, se establece una relación fraternal tan fuerte que les hace llegar a poner todo en común. Se manifiesta también el Resucitado en el perdón de los pecados, en la capacidad de superación que Dios ha concedido al hombre para que camine hacia la consecución de la promesa, ya cumplida en Cristo.
Pero los signos del resucitado no se agotan en la Iglesia. Hay incontables señales que nos indican cómo el poder de Dios va dirigiendo la historia hacia su plenitud. ¿Podemos percibir algunos de estos signos de nuestro tiempo?
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Los primeros cristianos comprendieron que la proclamación del Evangelio no solamente les exigía una aceptación intelectual, sino una actitud práctica, que precisamente tendía a la superación de todo aquello que discrimina artificialmente a los hombres y los divide en grupos cerrados que monopolizan para sí la posesión de los bienes que deberían ser accesibles a todos los hombres.
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Jesucristo no es solamente el redentor que vino en una época determinada de la historia, sino el salvador que vendrá al final. Esta esperanza en él hace de los cristianos, no unos hombres fatalmente resignados al sufrimiento de la vida, sino unos optimistas incorregibles, que lucharán siempre con ilusión y entusiasmo.
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La liturgia pascual insiste en la gratuidad de la fe. La resurrección es el objeto principal de la fe. Ahora bien, en la resurrección solamente se puede creer. Aún más, los que sin haber visto han creído son declarados bienaventurados. Hay crisis de fe cuando se la racionaliza demasiado, o cuando todo el tiempo queremos "ver".
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¿Aquel que no ha descubierto a Cristo en su vida, cómo podrá llegar a descubrirlo en los signos eucarísticos?
(Notas tomadas del MISAL DE LA COMUNIDAD)
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