martes, 10 de septiembre de 2019

UNA METÁFORA DEL CAMBIO...

Un tal Kakuan Zenji, maestro zen chino del siglo XII se sacó de la manga la metáfora de “Los diez cuadros del boyero”, 10 dibujos acompañados de poemas y que fueron creados para explicar las etapas en el camino del despertar a través de la meditación Zen. Este camino está simbolizado por la historia de un cuidador de bueyes que busca a su buey perdido y que va recorriendo varias etapas. Ese buey que tan afanosamente busca el boyero representa muchas cosas y como buena metáfora da para muchas interpretaciones, puede representar la evolución a través del mindfulnes y la meditación, pero también puede representar la felicidad, ser capaz de vivir plenamente el presente, la paz interior o crecer como persona.



A continuación vamos a explicar estos 10 cuadros del boyero...


1- Buscar al buey: la conciencia de una necesidad.

La primera imagen muestra el boyero buscando desesperadamente en todas partes por su buey perdido. No está satisfecho con su vida y es incapaz de encontrar la verdadera felicidad que él busca. Sus esfuerzos para conseguir riqueza, amigos, fama o placer no le han traído lo que está buscando y es consciente de que le falta algo. Como muchos de nosotros, él está buscando algo, aunque no sabe seguro exactamente lo que es, busca algo que le llene y que permita ser feliz.


2- Ver las pisadas: encontrar respuestas en las enseñanzas.

La segunda fotografía muestra que el boyero ahora ha avistado las pisadas del buey, con lo que genera una nueva esperanza de que su buey no se pierda para siempre. Esto podría interpretarse en el sentido de que ha reconocido su angustia y su malestar, y ha dado un paso fundamental en busca de soluciones (como dijimos antes ya sea a través de la terapia, del mindfulness, leyendo libros sobre el tema o de la fuente de aprendizaje que sea). Pero eso sí, el boyero todavía está en la etapa de pensar y hablar sobre sus problemas y distintas soluciones posibles. Él aún no ha encontrado un camino a seguir y todavía no ha comenzado a practicar.


3- Ver al buey: el primer despertar.

En la tercera imagen, el boyero alcanza a ver el buey. Ahora, después de haber comenzado a practicar, se vislumbra a lo lejos el camino para lograr ser feliz, vivir el presente o ser una persona plena (como queramos llamarle). Pero el boyero todavía no entiende como dar los pasos (muchas veces le sale sin querer o sin saber por qué lo hace) y la forma de aplicarlos en su búsqueda de la paz y la alegría.


4- Atar al buey: aprender a controlar las nuevas experiencias.

La cuarta imagen muestra como el boyero ha aprendido a controlar el buey a través de la brida de la disciplina. Esto simboliza la rigurosa disciplina requerida del practicante zen y el trabajo y la constancia que se necesita para trabajar en la meditación, en terapia, creando rutinas positivas o llevando a la práctica lo que se va aprendiendo. A pesar de que ahora se da cuenta de que el poder de transformar su vida se encuentra dentro de sí mismo, es cierto que todos sus condicionamientos previos siguen tirando de él y empujándolo en diferentes direcciones. Ese tira y afloja con la cuerda con fuerza significa que debe trabajar duro para superar sus malos hábitos del pasado y que dieron origen a todas sus aflicciones.


5- Domar al buey: practicar la disciplina.

La quinta imagen muestra que con la práctica disciplinada se pueden superar los malos hábitos de del pasado y consolidar un hábito positivo y acorde con la verdadera naturaleza de la realidad. Aunque todavía se necesita disciplina, porque los viejos hábitos de la mente todavía tienen poder, ser más consciente de uno mismo y de su realidad le da a uno la energía y dirección a vivir una vida sana. Ahora el buey voluntariamente sigue a la casa al boyero, lo que significa que los nuevos hábitos han llegado para quedarse.



6- Cabalgando sobre el buey volver a casa: se han vencido los impedimentos, está liberado y feliz, se domina a sí mismo.


La sexta imagen sugiere la tranquilidad y la alegría que genera haber creado este nuevo hábito; ahora el boyero monta en la parte posterior del buey, jugando alegremente su flauta. El boyero se libera de temores y ansiedades y ahora puede expresar sus energías creativas en la celebración de la vida.


7- El buey olvidado, el hombre mismo solo: ya no hay nada que controlar, el problema ha desaparecido.

En la séptima imagen del boyero se ha dado cuenta de su identidad con el buey; el buey se puede olvidar, porque no es otra que la experiencia de las cosas cotidianas. Esto puede ser interpretado en el sentido de que la separación de la práctica y la realización se ha superado. Hasta ahora se ha estado practicando la meditación como un medio para alcanzar la iluminación (o por ejemplo practicando la herramienta de la terapia cognitiva para aprender a ser más feliz). Sin embargo, ahora ya no piensa en lo que ha aprendido para llegar a estar bien, ahora está en su presente sin necesidad de pensar en lo aprendido. Al fin es más importante el viaje que el destino


8- Hombre y buey olvidados: el yo desaparece porque nunca ha existido.

El octavo imagen nos dice que cuando la dualidad del yo y la realidad ha superado no sólo es la realidad (el buey) olvidado, pero también lo es el yo (el boyero); el círculo simboliza el vacío que todo lo abarca, que constituye el fundamento de todas las cosas. Ahora, en la conciencia de la transformación incesante y la interconexión total de en cada experiencia que uno está libre de todo deseo y odio por el otro. En esta libertad, hay un sentido de la plenitud y la perfección de las cosas ordinarias. La persona fluye plenamente en lo que hace y en sus circunstancias sin pensar ni en él ni en lo aprendido.


9- Volver al origen: totalmente desvanecido, percibe el mundo tal y como es.

Cuando el yo y la realidad (como construcciones) se quedan atrás, entonces las cosas se revelan como lo que son en sí mismas; arroyos serpentean sobre de sí mismos y flores de color rojo natural florecen rojo. En los acontecimientos ordinarios de la vida se encuentran las verdades más profundas. Nuestras «gafas» se limpian de tal manera que vemos la realidad como es. Ahora somos y la realidad se percibe tal y como es.


10- Entrar en el mercado con las manos dispuestas a ayudar: se identifica con sus semejantes.

Por último, la décima imagen muestra el boyero iluminado entra en el mercado de la ciudad, haciendo todas las cosas comunes que hacen los demás. Pero a causa de su profunda conciencia, todo lo que hace es bastante extraordinario. Él no se retira del mundo, pero comparte su existencia iluminada con todos a su alrededor. Es capaz de dar, de ayudar conscientemente (porque si nosotros estamos bien podremos ayudar mucho mejor a los demás), e incluso debido a su energía creativa y el resplandor de su vida, incluso los árboles marchitos florecen a su alrededor.

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