miércoles, 9 de abril de 2025

LO PROPIO DEL DISCÍPULO DE JESÚS ES LA VIDA

"La expresión «vida eterna» no significa la vida que viene después de la muerte, como tal vez piensa de inmediato el lector moderno, en contraposición a la vida actual, que es ciertamente pasajera y no una vida eterna. «Vida eterna» significa la vida misma, la vida verdadera, que puede ser vivida también en este tiempo y que después ya no puede ser rebatida por la muerte física. Esto es lo que realmente interesa: abrazar ya desde ahora «la vida», la vida verdadera, que ya nada ni nadie puede destruir. 

Este significado de «vida eterna» aparece muy claramente en el capítulo sobre la resurrección de Lázaro: «El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» (In 11, 25s). «Viviréis, porque yo sigo viviendo», dice Jesús a sus discípulos durante la Última Cena (Jn 14,19), enseñando con ello una vez más que lo característico del discípulo de Jesús es que «vive»; que él, mucho más allá del simple existir, ha encontrado y abrazado la verdadera vida que todos andan buscando. Basándose en estos textos, los primeros cristianos se han denominado sencillamente como «los vivientes» (hoi zóntes). Ellos habían encontrado lo que todos buscan: la vida misma, la vida plena y, por tanto, indestructible. 

Mas, ¿Cómo se puede llegar a eso? La oración sacerdotal da una respuesta quizás sorprendente, pero que ya estaba preparada en el contexto del pensamiento bíblico: el hombre encuentra la «vida eterna» a través del «conocimiento». No obstante, ha de tenerse en cuenta que el concepto veterotestamentario de «conocer» presupone un conocimiento que crea comunión, es hacerse una sola cosa con lo conocido. Por eso, la clave de la vida no es un conocimiento cualquiera, sino el hecho de «que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (17,3). Ésta es una especie de fórmula sintética de la fe en la que aparece el contenido esencial de la decisión de ser cristianos: el conocimiento que se nos ha dado por la fe. El cristiano no cree una multiplicidad de cosas. En el fondo cree simplemente en Dios, cree que hay realmente un único Dios

Pero este Dios se le hace accesible en quien ha enviado, Jesucristo: en el encuentro con Él se produce ese conocimiento de Dios que se hace comunión y, con ello, llega a ser «vida»

La «vida eterna» es por tanto un acontecimiento relacional. El hombre no la ha adquirido por sí mismo, ni sólo para sí. Mediante la relación con quien es Él mismo la vida, también el hombre llega a ser un viviente".

Benedicto XVI
Jesús de Nazaret II
(páginas 102-103)

martes, 8 de abril de 2025

PASIÓN DE JESÚS: COMPARACIÓN ENTRE LUCAS Y JUAN

 
Las narraciones de la pasión de Jesús según Lucas y según Juan tienen diferencias significativas que reflejan las perspectivas y énfasis teológicos únicos de cada evangelista. Aquí una comparación:


1. Jesús como un modelo de compasión y oración (Lucas) vs. Jesús como el Rey soberano (Juan)

- En **Lucas**, Jesús es presentado como un ejemplo supremo de compasión y oración incluso en su sufrimiento. Por ejemplo, en la cruz, ora: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Esta actitud misericordiosa subraya su humanidad y su conexión con los marginados.

- En **Juan**, Jesús es mostrado como el Rey soberano que controla cada evento de su pasión. Por ejemplo, Él confronta a los soldados en el huerto con autoridad, y su crucifixión resalta su identidad divina como el “Cordero de Dios”.



2. Enfoque en la oración y el Espíritu Santo (Lucas) vs. Enfoque en la gloria y la revelación (Juan)

- Lucas enfatiza la oración como sustento en la pasión. La agonía en el huerto (Lucas 22:39-46) incluye la imagen de Jesús sudando gotas de sangre mientras ora intensamente.

- En Juan, la pasión de Jesús está impregnada de lenguaje de gloria y revelación, como cuando habla de ser “levantado” en la cruz para atraer a todos hacia Él (Juan 12:32).


3. Interacción con los personajes secundarios

- **Lucas** incluye interacciones detalladas con personajes secundarios como las mujeres de Jerusalén, a quienes Jesús consuela en su camino al Calvario (Lucas 23:27-31). También el relato del buen ladrón destaca la salvación inmediata a través de la fe (Lucas 23:43).

- **Juan** muestra menos personajes secundarios en estos momentos, pero profundiza en la interacción con María y el discípulo amado, estableciendo una relación íntima entre ellos desde la cruz (Juan 19:26-27).


4. Cumplimiento de las Escrituras

- **Lucas** también señala el cumplimiento de las profecías, pero lo hace con un enfoque narrativo menos explícito que Juan.

- En **Juan**, hay una insistencia constante en que los eventos ocurren conforme a las Escrituras, como el reparto de las vestiduras de Jesús (Juan 19:24) y la lanza que no rompe sus huesos (Juan 19:36-37).


5. La perspectiva final

- En **Lucas**, el último momento de Jesús en la cruz refleja su confianza total en el Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).

- En **Juan**, Jesús simplemente dice: “Todo está cumplido” (Juan 19:30), señalando la consumación de su misión divina.


En resumen, Lucas ofrece una visión más emocional y humana, mientras que Juan enfatiza la identidad divina y la gloria de Jesús. Ambos relatos son profundamente ricos y complementarios, brindando una perspectiva completa sobre la pasión.

PASIÓN DE JESUS EN EL EVANGELIO DE LUCAS

El Evangelio de Lucas tiene una imagen muy particular de Jesús, centrada en su **compasión, humanidad y universalidad**. Aquí te resumo sus características principales:

1. **Jesús como Salvador Universal**: Lucas enfatiza que Jesús vino para salvar a **todos**, no solo al pueblo judío. Hay un énfasis especial en los marginados: los pobres, las mujeres, los pecadores y los extranjeros. Esto se refleja en parábolas exclusivas como la del Buen Samaritano y el Hijo Pródigo.

2. **Jesús lleno de compasión y misericordia**: En este Evangelio, Jesús muestra una profunda empatía. Desde perdonar a quienes lo crucificaron ("Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen") hasta aceptar al Buen Ladrón, su carácter misericordioso resalta.

3. **Jesús como Maestro y Profeta**: Lucas presenta a Jesús como un maestro que instruye sobre el Reino de Dios a través de parábolas y sermones. Además, es descrito como un profeta poderoso en palabra y obra, cumpliendo la misión divina.

4. **Énfasis en la oración y el Espíritu Santo**: Lucas destaca repetidamente a Jesús en oración, mostrando su conexión con el Padre. También da un papel central al Espíritu Santo, desde su concepción hasta su misión.

El Jesús de Lucas es profundamente humano y al mismo tiempo divino, cercano a todos los que sufren y buscan esperanza.


En la narración de la Pasión según San Lucas, que forma parte del Evangelio de Lucas en el Nuevo Testamento, intervienen varios personajes clave. A continuación, te menciono algunos de los más destacados:

-Jesús: Es el protagonista central de la historia.

-Los discípulos: Incluyen a Pedro, quien tiene un papel importante al negar a Jesús tres veces.

-Judas Iscariote: Quien traiciona a Jesús por treinta monedas de plata.

-Las autoridades religiosas: Como los sumos sacerdotes y los fariseos, quienes buscan la manera de condenarlo.

-Pilato: El gobernador romano que interroga a Jesús y finalmente ordena su crucifixión.

-Herodes: A quien Pilato envía a Jesús durante su juicio.

-El pueblo: Que pide que se libere a Barrabás y que Jesús sea crucificado.

-Barrabás: El prisionero que es liberado en lugar de Jesús.

-Los soldados romanos: Que se encargan de su crucifixión y lo ridiculizan.

-Las mujeres: Como las que lloran por Jesús en el camino al Calvario y María, su madre.

-El buen ladrón: Crucificado junto a Jesús, quien reconoce su divinidad.


San Lucas ofrece una versión particularmente compasiva y centrada en el perdón, mostrando la humanidad y el sacrificio de Jesús.

La teología de Lucas tiene características muy particulares que destacan por su enfoque en la misericordia, la inclusión y el cuidado por los marginados. Algunos personajes de la narración de la Pasión que reflejan estos temas propios de la teología lucana son:

- **Las mujeres**: Lucas presta especial atención al papel de las mujeres en la Pasión y en la vida de Jesús. En el camino al Calvario, Jesús se dirige a las mujeres que lloran por Él, mostrando su compasión incluso en medio del sufrimiento. Este énfasis en las mujeres refleja el interés de Lucas por incluir a los marginados y destacar su importancia en el Reino de Dios.

- **El buen ladrón**: En la crucifixión, Lucas presenta al "buen ladrón" como alguien que reconoce la divinidad de Jesús y recibe su promesa de estar con Él en el paraíso. Este acto de perdón y aceptación enfatiza la misericordia y la salvación, que son temas clave en la teología de Lucas.

- **Jesús mismo**: En la versión de Lucas, Jesús es presentado como un modelo de perdón y compasión. Desde su oración en el huerto de Getsemaní hasta las palabras que dirige al buen ladrón y a sus verdugos ("Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"), la humanidad y el amor de Jesús destacan de manera especial en este Evangelio.

En general, Lucas muestra un Jesús profundamente humano y accesible, centrado en el perdón, la salvación y el cuidado por los excluidos y necesitados.

miércoles, 2 de abril de 2025

EN CUARESMA, VOLVER A CRISTO

Todo este proceso de renovación espiritual comienza y tiene como propósito el VOLVER A CRISTO, que a menudo se pierde un poco entre los ritos, las devociones y prácticas piadosas de nuestra vida religiosa. Cristo ha de estar siempre en el centro.

Entre el dolor y la alegría/con Cristo avanza en su andadura/un hombre, un pobre que confía/ y busca la ciudad futura”.

En el Carmelo tenemos de manera privilegiada todo el magisterio cristológico de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, todavía escasamente aprovechado para enderezar y purificar nuestras búsquedas espirituales. Acudamos a dos textos del santo:

Traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él”. (Subida, Libro I, capítulo 13, 2).

También en Subida (Libro 2, capítulo22) encontramos un texto eminentemente cristológico, en el que llama a Cristo “Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio” (5).

Porque en darnos a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”.

Para seguir e imitar a Cristo tenemos que estar siempre a la ESCUCHA de su Palabra (de ahí nace la obediencia, obedecer es escuchar), por eso es fundamental para nuestro camino espiritual escuchar diariamente al Maestro en los Evangelios, dialogar con él en la oración personal y comunitaria, rumiar su Palabra, y también estudiarla, conocerla cada día mejor. Solo así uno puede ENAMORARSE DE CRISTO como se enamoró Teresa, y seguirle:

Yo tan devota toda mi vida de Cristo…Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen” (4).

Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero… por esta puerta hemos de entrar… Bienaventurado quien de verdad le amase y siempre le traiga con él” (6 y 7).

No deja Teresa de hablar de la Sacratísima Humanidad de Cristo, aconsejando: “Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano” (9).

Todo lo anterior en el capítulo 22 de VIDA.

Es CRISTO, definitivamente, quien nos introduce en el verdadero camino de CONVERSIÓN; es tenerle como MAESTRO y SEÑOR, aprendiendo de él. El encuentro con el Dios Padre, que nos revela Jesús, nos permite conocer a un Dios paternal y amoroso; es un encuentro con el AMOR, que echa fuera el miedo, disipa las tinieblas, y DESPIERTA, para vivir una VIDA NUEVA. Nos ayuda a conformar una nueva IDENTIDAD, la de ser hijas e hijos de ese Padre divino. Eso que llaman los Evangelios, “metanoia” o CONVERSIÓN, es decir, cambio de dirección o de rumbo, nueva visión, cambio en el modo de pensar y sentir, no se refiere solo al ámbito moral, al HACER (hacer lo bueno), sino al SER, a lo esencial (ser verdadero).

Fray Manuel de Jesús, ocd

ESPIRITUALIDAD (Según Masiá Clavel)

1. La espiritualidad no es cuestión del espíritu solamente; la espiritualidad es, en las tradiciones orientales, inseparable
de la corporalidad.
2. Aunque haga falta hablar de espiritualidad, también es
muy necesario aprender a callar sobre espiritualidad,
como aprender a callar sobre Dios. Y cuando llegue el
momento de hablar, habrá que acentuar más lo
descriptivo y vivencial que lo explicativo y prescriptivo.
3. Queda mucho por hacer en el tema de liberarse de
antropomorfismos al hablar de Dios, de religión y de
espiritualidad.
4. Aunque cada vez seamos más conscientes de la
necesidad de superar exclusivismos intolerantes y
sectarios, reaparecen disimuladamente de muchas
maneras. Es el obstáculo mayor para la inculturación de
la fe cristiana en Oriente.
5. En la búsqueda de otra espiritualidad posible pesa
demasiado, a veces, la obsesión por la identidad.
Necesitamos cobrar mayor conciencia de que las
identidades no están nunca acabadas, sino en
movimiento y son multidimensionales.

6. No basta pasar de la mentalidad de culturas llamadas
agrarias a las industriales o incluso a las postmodernas.
También hay que redescubrir valores ancestrales
perdidos u olvidados, ya a partir de las primeras
urbanizaciones en la antigüedad. Por ejemplo, aunque
haya que superar lo mágico, es discutible si se puede
desechar lo ritual. También hay que redescubrir
vínculos comunitarios, a la vez que se evita el tribalismo.
7. Frente a la exaltación tecnocientífica y a su rechazo
ingenuo, hay que descubrir nuevos modos de integración
de naturaleza y tecnología que repercuten en el estilo de
vida y en las formas de espiritualidad.
8. Solamente estando insertados corporalmente en el
mundo empobrecido, injustamente oprimido e ignorado,
se podrá elaborar una espiritualidad que integre el
compromiso por la justicia con la compasión universal.
9. Frente a la destrucción de la naturaleza y los intentos
románticos de retorno forzado a ella, necesitamos una
nueva integración de comunión con la naturaleza,
comunión con las personas y transformación mutua de
ambas.
10. El excesivo miedo y sospecha frente al llamado
panteísmo nos impide vivir a fondo la interconexión,
interrelación y vinculación muta de todo con todo en el
misterio de la vida. Una forma de espiritualidad
importante es la que busca en todo el retorno a esa
unidad primordial.

“Hacia una espiritualidad alternativa”, Juan Masiá Clavel

martes, 11 de marzo de 2025

HACERSE COMO NIÑOS EN JESÚS

"Contra la resistencia de los discípulos, que quieren defenderlo frente a esta intromisión, Jesús llama a los niños, les impone las manos y los bendice. Y explica luego este gesto diciendo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,13-15). Los niños son para Jesús el ejemplo por excelencia de ese ser pequeño ante Dios que es necesario para poder pasar por el «ojo de una aguja», a lo que hace referencia el relato del joven rico en el pasaje que sigue inmediatamente después (Mc 10,17-27). 

Poco antes había ocurrido el episodio en el que Jesús reaccionó a la discusión sobre quién era el más importante entre los discípulos poniendo en medio a un niño, y abrazándole dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí» (Mc 9,33-37). Jesús se identifica con el niño, Él mismo se ha hecho pequeño. Como Hijo, no hace nada por sí mismo, sino que actúa totalmente a partir del Padre y de cara a Él. 

Si se tiene en cuenta esto, se entiende también la perícopa siguiente, en la cual ya no se habla de niños, sino de los «pequeños»; y la expresión «los pequeños» se convierte incluso en la denominación de los creyentes, de la comunidad de los discípulos de Jesús (cf. Mc 9,42). Han encontrado este auténtico ser pequeño en la fe, que reconduce al hombre a su verdad

Volvemos con esto al «Hosanna» de los niños. A la luz del Salmo 8, la alabanza de los niños aparece como una anticipación de la alabanza que sus «pequeños» entonarán en su honor mucho más allá de esta hora. En este sentido, con buenas razones, la Iglesia naciente pudo ver en dicha escena la representación anticipada de lo que ella misma hace en la liturgia".

BENEDICTO XI

Jesús de Nazaret II

miércoles, 5 de marzo de 2025

CUARESMA: IR A LO ESENCIAL (Francisco)

«Tocad la trompeta, proclamad un ayuno santo» (Joel 2,15), dice el profeta en la primera lectura. La Cuaresma se abre con un sonido estridente, el de una trompeta que no acaricia los oídos, sino que anuncia un ayuno. Es un sonido fuerte, que quiere ralentizar nuestra vida que siempre va a toda prisa, pero a menudo no sabe hacia dónde. Es una llamada a detenerse –un “¡detente!”–, a ir a lo esencial, a ayunar de aquello que es superfluo y nos distrae. Es un despertador para el alma.

El sonido de este despertador está acompañado por el mensaje que el Señor transmite a través de la boca del profeta, un mensaje breve y apremiante: «Conviértanse a mí» (v. 12). Conversión. Si tenemos que regresar, significa que nos hemos ido por otra parte. La Cuaresma es el tiempo para redescubrir la ruta de la vida. Porque en el camino de la vida, como en todo viaje, lo que realmente importa es no perder de vista la meta. Sin embargo, cuando estás de viaje, si lo que te interesa es mirar el paisaje o pararte a comer, no vas muy lejos. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en el camino de la vida, busco la ruta? ¿O me conformo con vivir el día, pensando solo en sentirme bien, en resolver algún problema y en divertirme un poco? ¿Cuál es la ruta? ¿Tal vez la búsqueda de la salud, que muchos dicen que es hoy lo más importante, pero que pasará tarde o temprano? ¿Quizás los bienes y el bienestar? Sin embargo no estamos en el mundo para esto. Convertíos a mí, dice el Señor. A mí. El Señor es la meta de nuestro peregrinaje en el mundo. La ruta se traza en relación a él.

Para encontrar de nuevo la ruta, hoy se nos ofrece un signo: ceniza en la cabeza. Es un signo que nos hace pensar en lo que tenemos en la mente. Nuestros pensamientos persiguen a menudo cosas transitorias, que van y vienen. La ligera capa de ceniza que recibiremos es para decirnos, con delicadeza y sinceridad: de tantas cosas que tienes en la mente, detrás de las que corres y te preocupas cada día, nada quedará. Por mucho que te afanes, no te llevarás ninguna riqueza de la vida. Las realidades terrenales se desvanecen, como el polvo en el viento. Los bienes son pasajeros, el poder pasa, el éxito termina. La cultura de la apariencia, hoy dominante, que nos lleva a vivir por las cosas que pasan, es un gran engaño. Porque es como una llamarada: una vez terminada, quedan solo las cenizas. La Cuaresma es el momento para liberarnos de la ilusión de vivir persiguiendo el polvo. La Cuaresma es volver a descubrir que estamos hechos para el fuego que siempre arde, no para las cenizas que se apagan de inmediato; por Dios, no por el mundo; por la eternidad del cielo, no por el engaño de la tierra; por la libertad de los hijos, no por la esclavitud de las cosas. Podemos preguntarnos hoy: ¿De qué parte estoy? ¿Vivo para el fuego o para la ceniza?

En este viaje de regreso a lo esencial, que es la Cuaresma, el Evangelio propone tres etapas, que el Señor nos pide de recorrer sin hipocresía, sin engaños: la limosna, la oración, el ayuno. ¿Para qué sirven? La limosna, la oración y el ayuno nos devuelven a las tres únicas realidades que no pasan. La oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; el ayuno con nosotros mismos. Dios, los hermanos, mi vida: estas son las realidades que no acaban en la nada, y en las que debemos invertir. Ahí es hacia donde nos invita a mirar la Cuaresma: hacia lo Alto, con la oración, que nos libra de una vida horizontal y plana, en la que encontramos tiempo para el yo, pero olvidamos a Dios. Y después hacia el otro, con caridad, que nos libra de la vanidad del tener, del pensar que las cosas son buenas si lo son para mí. Finalmente, nos invita a mirar dentro de nosotros mismos con el ayuno, que nos libra del apego a las cosas, de la mundanidad que anestesia el corazón. Oración, caridad, ayuno: tres inversiones para un tesoro que no se acaba.

Jesús dijo: «Donde está tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Nuestro corazón siempre apunta en alguna dirección: es como una brújula en busca de orientación. Podemos incluso compararlo con un imán: necesita adherirse a algo. Pero si solo se adhiere a las cosas terrenales, se convierte antes o después en esclavo de ellas: las cosas que están a nuestro servicio acaban convirtiéndose en cosas a las que servir. La apariencia exterior, el dinero, la carrera, los pasatiempos: si vivimos para ellos, se convertirán en ídolos que nos utilizarán, sirenas que nos encantarán y luego nos enviarán a la deriva. En cambio, si el corazón se adhiere a lo que no pasa, nos encontramos a nosotros mismos y seremos libres. La Cuaresma es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades. Es hora de recuperarnos de las adicciones que nos seducen. Es hora de fijar la mirada en lo que permanece.

¿Dónde podemos fijar nuestra mirada a lo largo del camino de la Cuaresma? Es sencillo: EN CRISTO. Jesús en la cruz es la brújula de la vida, que nos orienta al cielo. La pobreza del madero, el silencio del Señor, su desprendimiento por amor nos muestran la necesidad de una vida más sencilla, libre de tantas preocupaciones por las cosas. Jesús desde la cruz nos enseña la renuncia llena de valentía. Pues nunca avanzaremos si estamos cargados de pesos que estorban. Necesitamos liberarnos de los tentáculos del consumismo y de las trampas del egoísmo, de querer cada vez más, de no estar nunca satisfechos, del corazón cerrado a las necesidades de los pobres. Jesús, que arde con amor en el leño de la cruz, nos llama a una vida encendida en su fuego, que no se pierde en las cenizas del mundo; una vida que arde de caridad y no se apaga en la mediocridad
¿Es difícil vivir como él nos pide? Sí, es difícil, pero lleva a la meta. La Cuaresma nos lo muestra. Comienza con la ceniza, pero al final nos lleva al fuego de la noche de Pascua; a descubrir que, en el sepulcro, la carne de Jesús no se convierte en ceniza, sino que resucita gloriosamente. También se aplica a nosotros, que somos polvo: si regresamos al Señor con nuestra fragilidad, si tomamos el camino del amor, abrazaremos la vida que no conoce ocaso. Y ciertamente viviremos en la alegría.

Francisco
6 marzo 2019

martes, 4 de marzo de 2025

CUARESMA 2025: MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

 Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2025: Caminemos juntos en la esperanza, 25.02.2025


Publicamos a continuación el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2025 sobre el tema «Caminemos juntos en la esperanza».

Mensaje del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» ( 1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Jn 10,28; 17,3) [1].

En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria.

Antes que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante.

En segundo lugar, hagamos este viaje juntos. La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales [2]. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos [3]. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.

En esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos [4]. Esta es una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.

En tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo [5], sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)» [6]. Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado [7], y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?  

Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme [8]. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» ( 1 Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» ( Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3) [9].

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal.

 

Roma, San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires.

     FRANCISCO

 

___________________

[1] Cf. Carta enc. Dilexit nos (24 octubre 2024), 220.

[2] Cf. Homilía en la Santa Misa por la canonización de los beatos Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti (9 octubre 2022).

[3] Cf. ibíd.

[4] Cf. ibíd.

[5] Cf. Bula Spes non confundit, 1.

[6] Carta enc. Spe salvi (30 noviembre 2007), 26.

[7] Cf. Secuencia del Domingo de Pascua.

[8] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1820.

[9] Ibíd.1821.

 

sábado, 18 de enero de 2025

SEGUIR A JESÚS ES VIVIR COMO EL VIVIÓ

 

Todos conocemos la variada y pintoresca gama de figuras que de Jesús se han dado y se dan, desde el dulce niño hasta el guerrillero de la ultraderecha, pasando por el nazareno, el cromo del Corazón de Jesús o el revolucionario de las izquierdas. El abanico no puede ser más indiscriminadamente amplio. 

Pero, sin descubrir a Jesús de Nazaret en la historia concreta humana, a partir de lo que practicó y manifestó en el plano público de lo social, con las consecuencias que se derivan de su muerte o de su cruz, no es posible enraizar la fe en la conciencia crítica humana. Jesús murió porque lo mataron. Y lo mataron los piadosos al considerarlo blasfemo y los dominantes al juzgarlo sedicioso. Conoció el exilio, estuvo en la cárcel, padeció torturas y fue ajusticiado impunemente. Su comportamiento fue el de un hombre extraordinariamente libre y liberador. Se ha repetido, con razón, que es el hombre para los demás. 

 La fe en Jesús supone o entraña creer como creyó Jesús, afiliado enteramente al Padre, a quien lo descubre y con quien se identifica desde su entrega a la realización del Reino de Dios. Consecuencia de esa praxis es el hecho del seguimiento. Creer en Jesucristo es, nada más ni nada menos, seguirle. Dicho de otro modo: tiene fe quien cree consecuentemente en el Dios de Jesús o en el Jesús de Dios.

(Tomado de: Misal de la Comunidad)