Como todo tiempo litúrgico, el Adviento también nos recuerda que el tiempo humano es de Dios, y por tanto en él siempre hay gracia, hay bendición; cada momento de nuestra vida, cada acontecimiento, cada encuentro, podemos vivirlo como manifestación de Dios, epifanía, si estamos preparados, dispuestos, abiertos, para recibir y acoger lo que llega, o mejor aún, al que llega, al que viene siempre a nuestra vida. Cuando hacemos un “retiro” (una pausa en el camino), queremos recuperar esa capacidad de apertura, de escucha, de acogida, para que la gracia que recibimos no pase de largo, “no caiga en saco roto”.
Según dice la introducción al Misal de la comunidad, “Adviento es el tiempo oportuno y privilegiado para escuchar el anuncio de la liberación de los pueblos y de las personas. En él se percibe una invitación a dirigir el ánimo hacia un porvenir que se aproxima y se hace cercano, pero que todavía está por llegar”.
En este tiempo litúrgico solemos centramos más en la ESPERANZA, pero el párrafo anterior nos recuerda que en ella está siempre el germen, el estímulo, el caldo propicio, para la LIBERTAD humana. Ambas realidades tienen su fundamento en Dios, que nos quiere hijos y no siervos, pues si el hombre no tuviera libertad para vivir, su esperanza estaría truncada. Toda la liturgia de este tiempo litúrgico anuncia la liberación del hombre y de su mundo como promesa de Dios.
ORACIÓN: Abre, Jesús, maestro, señor y amigo, nuestros corazones, para que nos dispongamos a recibir la gracia que derramas sobre nosotros cada vez que celebramos los misterios de nuestra fe, de tu vida sanadora, liberadora y salvadora, y que al estar abiertos y disponibles para Ti en los hermanos, fructifiquemos y testimoniemos la santidad de nuestra vida en comunión contigo. AMÉN.
Suele decirse que este tiempo litúrgico tiene tres protagonistas, personajes bíblicos: Un profeta, que casi siempre es Isaías, Juan Bautista y María; ellos preparan el camino para que aparezca el verdadero protagonista de la historia, que es JESÚS. Y ese protagonista nos descubre a Dios, pero también al hombre, porque es el hombre en el cual Dios se nos revela; manifiesta la verdad de ambos al ser humano.
La palabra clave de este tiempo litúrgico es ESPERA, y por tanto ESPERANZA; la actitud interior para prepararlo: VIGILANCIA(despertar, estar alertas, otear el horizonte, volver a escuchar las promesas de Dios); el resultado de una buena preparación espiritual (esperando, despiertos), es una nueva manifestación del AMOR pleno de Dios en nuestra vida (La certeza de que somos amados). Un amor que se nos regala; un amor precioso, pero frágil, que debemos cuidar y ayudar a crecer; una certeza de que no importa cuánto hagamos en contra, siempre está tocando a nuestra puerta, siempre regresa (Siempre viene).
Isaías es el profeta, el sabio, que desde el pasado nos prepara el camino para poder discernir el presente; en él están todos aquellos que nos han precedido en la fe, los santos, los maestros, los mayores…podemos entender mejor el presente y vislumbrar/preparar el futuro porque estamos subidos sobre sus hombros. Sin embargo, advertimos que, en este ciclo C no se lee los domingos a Isaías como primera lectura, sino a otros profetas: Jeremías, Sofonías, Baruc y Miqueas, pero sí durante los días de semana. Lo que decimos de Isaías puede decirse de cualquier otro profeta, y de los textos que vamos a compartir: todos hablan de una promesa, de un tiempo nuevo, de una esperanza, sobre todo en medio de un tiempo de crisis, de prueba o de calamidad, en el que el pueblo experimenta de alguna manera la ausencia de Dios.
Juan Bautista es el profeta del presente, el que obra en el nombre del Señor, el que sabe que cruzados de brazos no podemos alcanzar lo que anhelamos, el que nos recuerda el compromiso que tenemos como bautizados. Dios sale siempre a nuestro encuentro (Viene, viene, viene siempre), pero necesitamos preparar la senda por la que Él sale al encuentro del hombre. Como la Marta del Evangelio, que representa una dimensión importante de nuestra vida y nuestra fe; como tantos profetas del presente que ahora mismo están abriendo caminos para Dios en nuestro mundo.
Y luego, María, que es la otra parte, cercana a su tocaya en el Evangelio, y que ejerce también el profetismo, pero de otra manera: ESPERANDO, aguardando interiormente, CONFIANDO. Disponerse para acoger la promesa, abrirse al misterio, y decir en el momento preciso: Aquí estoy… mándame a mí… Habla, que tu hijo escucha…Que se haga en mí tu palabra… En María está el futuro aguardando para desplegarse misteriosamente. No lo conocemos pero está latiendo, como un corazón que se entrena para darlo todo… Como el niño que aguarda en el seno de su madre, sin apuros, el momento de nacer.
En estos tres tipos bíblicos podemos vernos reflejados, porque describen diferentes momentos y actitudes en el camino de la vida y del Evangelio. También describen tres tipos de ESPERANZA: la del que escudriñando el pasado, espera confiadamente en lo que está por venir; la del que trabaja arduamente por una esperanza viva y actuante, y la del que se dispone, plena y totalmente, para que esa esperanza se haga concreta, se haga VIDA, y llegue al mundo. Son tres maneras de “ejercer” como cristianos en el mundo.
(Continua...)
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