Los
griegos tenían tres palabras para referirse al amor: eros (deseo), philía
(afecto), ágape (amor de autodonación)…
EROS
no se reduce simplemente a al deseo sexual, aunque lo incluye. Se refiere al
aspecto inquieto del amor, al fuego interior que provoca, al desasosiego, la
nostalgia de tiempos mejores, pasión y el dolor que van juntos. Puede implicar
frustración e insatisfacción, y también ser energía que estimula e impulsa
hacia la belleza y la creatividad. Pero, dejemos claro, que todo deseo, adopte
la forma que adopte, es deseo de amor.
Luego
PHILÍA es el afecto que sentimos por personas cercanas; queremos que sean parte
de nuestra vida, deseamos lo bueno para ellas. Aquí entrarían también todos los
sentimientos del amor romántico, y la ternura de la verdadera amistad.
Finalmente
el ÁGAPE es el amor que sale hacia los demás sin buscar nada para sí mismo. Es
el amor genuino que se puede sentir por personas desconocidas que están
sufriendo algún mal, que es sensible a lo que le rodea, que es capaz de
sacrificarse por otros o por causas justas.
Todo
amor verdadero comienza como deseo, lleva al afecto y culmina en este amor de
autodonación. Podemos verlo en el amor
de pareja, que pasa por los tres estados, y es importante destacar que la
autodonación no debe dejar atrás el deseo ni el afecto, sino que estos e ven
fortalecidos y renovados. Toda nuestra vida es respuesta a este anhelo
creciente y multifacético e amor que hay en lo más profundo de nuestro ser.
Los objetos de nuestro amor pueden ser: una
persona (familia o amigo), un objeto (una flor, un cuadro, un libro), una
actividad (estudiar, pintar oír música, ver el mar), una idea (la justicia, la
belleza). La sensación de sentido vendría dada por la suma total de los amores
de nuestra vida. Cuanto más amor hay, más sentido hay, y nunca hay demasiado
amor ni demasiado sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.