1- Marcos:
“Christus Victor”. (Marcos 1, 12s): Comparado con
Mateo y Lucas el relato de Marcos resulta oscuro y enigmático. Su forma arcaica
y de apariencia simple expone pocos detalles y estos incomprensibles, por lo
que hacen dudar de su intención de exponer la tentación de Cristo. Los diversos
personajes que con Jesús conforman la escena (tentador, Ángeles, fieras) no
forman un cuadro convincente, y el núcleo del episodio, la tentación, se esfuma
totalmente en la oscuridad. Es un drama sin final, pues no se aclara el
resultado de la justa entre ambos contendientes. De ahí que para entenderlo lo
mejor sea vincularlo con otros episodios del relato de Mc; la clave estaría en
Marcos 3, 27, que narra una situación crítica en la vida de Jesús. En ambos
episodios hay un enfrentamiento con los poderes perversos y en los que el
Espíritu interviene activamente en la vida de Jesús. El segundo texto sería la
conclusión que le falta al primero: en la tentación se ha producido un
encuentro decisivo entre el fuerte y el más fuerte, y allí Jesús despojó
definitivamente a Satanás. En Marcos 3, 27 lo único que hace Jesús es proclamar
públicamente la victoria entonces conseguida. Por tanto, para Marcos la tentación no es
una preparación de la misión del Señor, sino que nos conduce al núcleo de su
vocación, a su acción primera, decisiva y estable: la derrota de Satanás para
siempre. Así, cuando Jesús expulsa demonios, no hace más que extender,
verificar y ratificar su victoria. Así, Marcos relaciona la derrota de Satanás
con la tentación más estrechamente que con la pasión. Esta mirada de Marcos
tiene consecuencias teológicas, una de ellas la sana desgravación de la
teología de la pasión y de la cruz, pues por muy legítimo que sea interpretar
que el encuentro decisivo entre Jesús y Satanás tiene lugar en el momento de la
muerte, existe el peligro de menguar y paliar con ello la dimensión histórica
de nuestra fe y el sentido de nuestra
redención. Por tanto, volviendo a la reflexión del texto, fijémonos en lo
notable que resulta el hecho de que Marcos no haga referencia al contenido o al
curso de la tentación. Este silencio no es ignorancia, sino que parece
consciente e intencional: para Marcos en el desierto tuvo lugar el enfrentamiento
definitivo entre Jesús y Satanás, encuentro que finalizó con una clara victoria
del primero. Teniendo en cuenta el vínculo de este pasaje con el bautismo del
Señor, podemos pensar con todo derecho que en el centro del desenlace está la
misión que Cristo recibió ene. Jordán. Aquí el Hijo de Dios y su antagonista
están frente a frente, y entre ellos se juega lo más esencial del misterio de
Dios, su plan de amor. Esto es lo que se juega Jesús con Satanás, y nada es en
el fondo más vulnerable que ese amor, pero tampoco hay nada más fuerte, más
soberano, más victorioso. Es un amor pobre y rico al mismo tiempo: es esa
pobreza la que conduce a la tentación, es su riqueza la que le alcanza la
victoria. Es un amor que se “vacía”, que se atreve a meterse libremente en el
peligro de la extrema tentación para mostrar su limpieza, su desinterés y su
santidad. Como antes a Job, Dios pone a su Hijo en manos de Satanás para que lo
tiente. Una lucha así sólo podía tener lugar en el “desierto”, sin espectadores,
más allá del tiempo y del espacio, pero repercutiendo en todo el universo. Esa
es la razón de la parquedad de Marcos al narrarnos este episodio; aquí el
silencio es más elocuente que las palabras, y todo otro enfrentamiento se
relativiza. Finalmente otro rasgo de la versión de Marcos: el papel de Cristo.
Desde el principio este aparece más como vencedor que como tentado; tiene la
iniciativa Él y no el tentador.
2- El Cristo
Tentado de Mateo: “Cristo, verdadero Israel”. El relato aquí parece un verdadero duelo de
escribas, por la frecuencia de citas del Antiguo Testamento que jalonan el
curso de la narración, y que utilizan los dos oponentes como instrumento de
lucha. Así tenían lugar los duelos rabínicos de entonces. Y aquí Jesús aparece
como un mejor conocedor de la Escritura que el diablo. Observando los textos
comprendemos que Mateo quiere enlazar la
tentación de Jesús con las tentaciones de Israel en el desierto, acorde con
todo el plan de Mateo en su evangelio. Hay una evidente continuidad entre
bautismo de Jesús y tentaciones: “Tú eres mí Hijo” por parte de Dios, y luego
“Si en verdad eres hijo”, de parte del diablo. La idea de la filiación divina
de Jesús es central en este evangelio. Los Padres de la Iglesia comprendieron
la importancia espiritual de este vínculo mateano entre Israel y Jesús (NT:
vuelta de Egipto, bautismo y tentación, vs.
AT: Salida de Egipto, paso del mar rojo, estancia en el desierto). Cristo tentado asume y cumple la “figura
israelis”, y Justino ve en la lucha entre Jacob-Israel y el Angel un anuncio de
las tentaciones de Cristo. Mateo
pretende mostrarnos que las enseñanzas que Israel ha sacado de sus tentaciones
se han hecho fructíferas en Jesús, y de ahí Jesús es aquel en quien la historia de Israel confluye, es el la
plenitud de Israel, el nuevo y verdadero Israel. Según esta tipología de Mateo Jesús ha de ser
tentado, y la ocasión inmediata es la misma que tuvo el pueblo de
Dios: el hambre. El diablo aprovecha la ocasión para incitar a Jesús a cambiar
en pan las piedras. Pero es Jesús quien a de clarificarse a sí mismo en que
consiste su filiación divina. Al responder Jesús se identifica con Israel en el
desierto, y en lugar de la queja, ofrece la confianza ( Escribió Orígenes: “Por
la respuesta del Señor parece que se sometió a lo penoso del maná, manjar del
cielo, y sufrió hambre para llenarse del todo de la fuerza de ese alimento”) El
maná es la Palabra que Dios ha dirigido a su pueblo, o a su Hijo en el
bautismo, y Jesús vive de esa palabra que le viene del cielo, y que le ha
establecido como Hijo; el diablo quería demostrarle que andaba por su cuenta,
que Dios no se ocupaba de él. La respuesta de Jesús dice: yo me fío totalmente
de esa palabra, y por eso es que entonces se “transforman las piedras”:
multiplicación de los panes. La segunda ronda de la lucha entre Jesús y el diablo lleva
también la marca de la Escritura: el oponente vencido por la Escritura, se vale
de ella para la segunda tentación. Si Jesús hubiera secundado la propuesta del
tentador habría sido blasfemo, pues se le propone demostrar su cualidad de
Hijo; pero así como el pueblo en el desierto provocó a Dios (Dt 6, 16 y Ex 17,
1-7) Jesús como el Israel verdadero se atiene con obediencia incondicional a la
voluntad de Dios. Aquí Jesús se muestra como alguien que, en pleno conflicto,
se atiene inconmovible a la voluntad de Dios, que le llega en la palabra.
Importante este texto para los Padres, pues revela el vínculo de Cristo con la
Escritura, el AT, y el recto uso de la Palabra de Dios. Finalmente la tercera ronda
de duelo entre Cristo y Satanás tuvo lugar en un monte muy alto. El
diablo cambia de táctica, y trueca el ataque por un ofrecimiento Descubrimos
aquí el paralelo con Dt 6, 13-15, y Ex 32, 8, cuando el pueblo abjuró de Dios
para irse tras los ídolos. Aquí se habla del dominio del mundo: Satanás domina
matando, Cristo salvando, dando vida. Satanás le ofrece un camino corto, Jesús
elige uno largo: la cruz, la pasión. Dirá San Pablo: 1 Corintios 6, 20.
3- El Cristo
tentado de Lucas: “Cristo, el segundo Adán”.
En
Lucas destacan dos elementos del relato: orden distinto de las tentaciones (Que
concluyen en Jerusalén) y la observación conclusiva de su relato, que hace que
el episodio narrado no sea sino un momento de la lucha continuada entre Jesús y
el diablo. Recordemos que el tema que
determina el relato lucano es la marcha a Jerusalén, y que este asunto
va conformando también este episodio que tratamos. Los padres de la Iglesia se
percataron de que en la versión de Lucas de la tentación de Jesús se cruzaban
dos caminos: uno lleva al huerto de Getsemaní y el otro al Edén, al Paraíso. Hay
un vínculo básico entre tentación y pasión: en el desierto se trabó el primer
combate, en la cruz tuvo lugar la gran batalla, primero lucha encubierta y
luego lucha abierta, patente; la pasión es la tentación explicitada. En el
conjunto del relato de la pasión se percibe el eco de la voz del tentador. La
tentación y la pasión se tocan, y mutuamente se comentan. Ahora bien, así como
el primer Adán fue expulsado del paraíso al desierto, el segundo Adán volvió
del desierto al Paraíso. Esta idea o paralelismo entre el primer y el segundo
adán responde plenamente a la idea de Lucas, como se ve por el hecho de
insertar entre bautismo y tentaciones una genealogía de Jesús que se remonta
hasta Adán y la tentación. Jesús aparece como el Adán de una nueva humanidad
cuyo origen se sitúa en el bautismo del Señor. Tanto el bautismo como la
tentación tienen en Lucas un carácter esencialmente mesiánico, pero pensando en
la comunidad, Cristo es presentado aquí como el modelo, el prototipo de cada creyente. El es el Hijo de Dios,
pero no aislado de sus hermanos, sino para ellos. Cristo
es tentado como un hombre más; aquí se resalta, más que la originalidad de
Cristo, su solidaridad con los hombres. Una exégesis minuciosa nos
permitiría encontrar sutiles vínculos entre la táctica usada por el tentador en
el paraíso y la usada en el desierto; al final, según Lucas, el diablo agota
todas las formas de tentación, y así este episodio queda como síntesis
ejemplarizante para todos los cristianos, y debe leerse en el marco de la historia de salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.