viernes, 24 de abril de 2020

DE JESÚS, PASANDO POR LA EUCARISTÍA, A LA VIDA COTIDIANA

Comenzando a leer en nuestras Eucaristías el capítulo 6 del Evangelio de Juan: el discurso del Pan de Vida de Jesús. Referencias: hacia atrás, Moisés y el Éxodo; hacia adelante: la celebraciones de la comunidad cristiana en torno a la Palabra y el Pan de Vida compartido. Me sirve de pretexto esta lectura para tratar de sintetizar las ideas que voy rumiando en estos días; sigo preocupado por el sentido de nuestras Eucaristías. 

Tres momentos para la reflexión
1. La voluntad de Jesús: "Hagan esto en memoria mía". La pregunta es: ¿Qué nos manda Jesús que hagamos? ¿Repetir mecánicamente un rito, unas frases, unos gestos, como algo mágico? ¿O el ritual expresa y apunta a una realidad que no vemos con los ojos velados por la falta de fe? ¿Qué quiso decir Jesús? No puede entenderse su voluntad  si no es en el contexto en que se expresa: una comida, la presencia del Maestro y los discípulos en plan de amistad, de inminencia de la muerte, de la voluntad de entrega y servicio de Jesús.  El que Juan sustituya el relato  que todos conocemos por el lavatorio de los pies es altamente significativo, y siempre ha de estar presente al pensar la Eucaristía. 

2. Lo que hace la comunidad desde los inicios: reunirse, escuchar juntos la Escritura, compartir la mesa. Este es el rito que asumen los cristianos: lo ven como voluntad de Jesús, expresión de comunión con él, testimonio existencial. Va cambiando en sus formas a lo largo de la historia, pero conservando lo esencial hasta el presente. Existe el riesgo de cosificar el Misterio que celebramos, misterio de amor y comunión. A menudo no nos reunimos "con", "en", sino "para"; como se dice "aplicar la misa" por determinadas intenciones. ¿Dónde queda la gratuidad del encuentro? ¿Por qué se circunscribe todo a "comer la hostia", como si sólo ahí hubiera comunión, y no en toda la celebración? 

 3. Su interpretación: Es fundamental la interpretación que damos a lo que celebramos, el entender cómo se expresa y realiza el Misterio de nuestra fe. ¿Tienen valor esos ritos, símbolos, palabras, por sí mismos o son la expresión de algo más hondo, más alto, expresado por Jesús en aquella Última Cena ? Celebrar la Eucaristía implica "vivir eucarísticamente". Creo que con demasiada frecuencia nos quedamos en las formas y no vamos a la vida, que es lo más importante. Nuestras Eucaristías no pueden estar al borde del camino, sino ser camino ellas mismas, expresión de vida.

Lo expresa cabalmente Lucas en su relato de los discípulos de Emaús, que leeremos el próximo domingo: Jesús no está en un lugar distinto de la misma vida. Es en medio de ella donde cobra sentido la Eucaristía: la Palabra y el Pan de Vida se convierten en fraternidad, testimonio y solidaridad, o no son el camino de Jesús. ¿Cómo hacer que nuestras celebraciones sean verdadera expresión de lo que vivimos, y al mismo tiempo alimenten la vida nueva que vivimos en Cristo? ¿Cómo librarnos de esas "misas" que parecen, al menos en el lenguaje que usamos, manipular a Dios a nuestro antojo, usarlo para tapar nuestros agujeros, o tranquilizar nuestra conciencia?

He pensado y sigo pensando estos temas, porque creo que la Eucaristía es la expresión cabal de lo que significa ser cristiano y ser Iglesia; mientras nos quedemos en lo exterior y no busquemos dentro del Misterio que celebramos, seguirán siendo ritos religiosos que la gente usa con superstición, pero mira también con escepticismo. Lugares, expresiones, personajes, vinculados a unos rituales que buena parte del mundo relaciona con el pasado y no con el futuro y con la Vida. 

Fray Manuel de Jesús, ocd.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.