jueves, 16 de abril de 2020

PARA VIVIR LA RESURRECCIÒN: LEVANTARSE, DESPERTAR Y SER LIBRES

Aunque la Resurrecciòn de Cristo es el centro de nuestra fe, sucede que no marca tanto nuestra vida cotidiana como quisièramos; hablamos mucho de penitencia y de pecado, de culpa y de confesiòn, y muy poco de alabanza, perdòn, agradecimiento y vida. Son temas que no deben quedarse en este tiempo litùrgico, sino centrar y marcar nuestra vida como cristianos. De ahì la utilidad de las reflexiones que vamos encontrando, pues nos ayudan a incorporar la resurrecciòn a nuestra espiritualidad y testimonio de fe. Ya he compartido en otros años algunas ideas tomadas de Anselm Grûn, y ahora vuelvo a apoyarme en èl para lo que comparto a continuaciòn, tres dimensiones fundamentales de la experiencia del encuentro con el Resucitado: levantarse, despertar, liberarse.

RESURRECCIÒN SE RELACIONA CON LEVANTARSE: Todos tenemos nuestros "sepulcros", es decir, lugares, recuerdos, estados anímicos, que lastran nuestra vida, pero a los cuales nos hemos acostumbrado; también podemos instalarnos en lo negativo, acomodarnos en la indiferencia, la resignación o la depresión, y permanecer ahí, llenos de miedo a la vida, al desafío del presente. Jesús, en los Evangelios, ayuda a mucha gente a levantarse, a ponerse en pié, a incorporarse y erguirse, frente a todo lo que coarta la vida en la persona. Recuerdo ahora su encuentro con el hombre ciego de nacimiento, sentado al borde del camino, pidiendo limosna; el camino es la vida, que transcurre, pero el hombre no anda, no se pone en pié, solo pide, reclama, se queja. Jesús le devuelve la vista, y lo mejor, lo incorpora al camino, a la vida. Así también en los relatos de la Resurrección de Cristo: vemos el sepulcro abierto y vacío, y ya el Señor es dueño de la vida y de la muerte, ya esta última no puede retenerlo. Nosotros, hombres y mujeres de fe, recibimos la fuerza del Resucitado, y por ello podemos salir también de nuestras oscuridades y dependencias, de nuestros temores y angustias, es decir, de nuestros sepulcros. También Pedro, cuenta el libro de los Hechos, levantó a un hombre tullido en el nombre de Cristo, una vez que él y los demás apóstoles habían superado sus propios temores, llenándose de fuerza para realizar su misión. Nosotros, también discípulos, podemos llevar a otros esta buena nueva: La resurrección acontece en nosotros también y al mismo tiempo podemos compartirla, llevando alegría, comunión y bendición a los demás. Recuerda: La fuerza de la resurrección está en nosotros, en mí y en tí, en todos; la gracia de Dios, sus ángeles, han corrido la piedra que tapaba la entrada del sepulcro y ahora podemos levantarnos, erguirnos, y salir al camino, para vivir de verdad, sin miedos.

RESURRECCIÓN SE RELACIONA CON DESPERTAR: Salir del sepulcro, levantarse y volver al camino, implica un "despertar"; es decir, un alcanzar una nueva visión. Aprender a mirar la realidad con los ojos de Cristo, nuestro Maestro y Señor, y aprender de él a relacionarnos de un modo diferente con la realidad. Tenemos los ojos abiertos, sí, pero no vemos, es como si estuviésemos ciegos, y todo se presente ante nosotros desvirtuado; por eso los discípulos no consiguen al principio reconocer al Señor resucitado, porque siguen mirando con ojos viejos. Los ojos de la fe, ojos nuevos, descubren una realidad diferente. Todo aquello que nos inquieta y agobia, que nos asusta o deprime, forma parte del sueño del que debemos despertar, y para ello debemos encontrar a Dios en Cristo. Experimentar al Dios de Jesús es despertar. Levantarnos con el Resucitado de nuestras tumbas es vivir con los ojos abiertos y no dejarnos engañar por ilusiones y espejismos; es alcanzar una nueva sabiduría, que tiene que ver con la escucha atenta y la disponibilidad para vivir la aventura del Evangelio.  

RESURRECCIÓN SE RELACIONA CON LIBERACIÓN: Cuando Jesús resucitó, dice Mateo, se sintió un fuerte terremoto que asustó a los guardias que cuidaban el sepulcro; así también, cuando Jesús resucita, algo grande se pone en movimiento, aunque muchos, cansados o dormidos, no se hayan dado cuenta. La vida de todos aquellos que estuvieron cerca de Jesús cambió irremediablemente, y aunque a veces la oscuridad estuvo cerca y el temor a lo que podía suceder, ya luego volvió el valor y la seguridad en lo que había sido anunciado y prometido. Venimos también con nuestras historias, vivencias, buenas o malas, y ellas forman parte de lo que somos, pero recibir la fuerza del Resucitado  supone adquirir una nueva libertad, interior, y también libertad frente a los poderes de este mundo. Libertad frente al miedo, la desesperanza, la angustia, las viejas heridas. La resurrección rompe nuestras cadenas, y somos invitados a celebrar la fiesta de la vida, y no solos, sino siempre en comunión de fe y de vida con otros, hermanas y hermanos en el camino de la Vida nueva.

PREGUNTAS:

¿Qué significa para mí ahora mismo "levantarme" con el Cristo resucitado en esta Pascua? ¿Qué miedos o cargas no me dejan andar? ¿Cómo puedo  crecer en sabiduría y escucha para participar de una nueva visión resucitada? ¿Ejerzo mi libertad de hijo/hija de Dios o soy esclavo de prejuicios, miedos, tradiciones, esquemas o acomodamientos? Pensar en gestos concretos con los que hacer visible a Cristo Resucitado en mí.


RECUERDA:
Si ahora mismo nos sentimos cansados, tristes, deprimidos, desesperanzados, ahondemos en nuestra comunión con el Jesús resucitado; no se trata solo de pedir una cosa u otra, sino de orar para crecer en la comunión con Aquel en el que somos uno. Si él resucitó, también nosotros estamos ya fuera del sepulcro, libres de las vendas que nos envolvían, capaces de ponernos en pié para CAMINAR, de abrir los ojos de verdad para VER y sobre todo LIBRES para emprender la aventura de la VIDA.

Fray Manuel de Jesús

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