sábado, 18 de abril de 2020

NUESTRA VIDA HOY ES GALILEA (Segunda semana de Pascua)


En San Marcos y San Mateo, el ángel pide a las mujeres que digan a los discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea: allí lo  verán" (Mt 28,7). No sucede lo mismo con San Lucas, para quien Jerusalén constituye el centro, la meta, hacia la cual han de dirigirse los discípulos y su predicación. Pero Marcos y Mateo hablan de Galilea, es allí a dónde deben regresar los discípulos después de la Resurrección; no es en la santa ciudad de Jerusalén, sino en su tierra, en su casa, allí donde viven y trabajan, en medio de la vida cotidiana, donde van a volver a encontrar a Jesús.

 Galilea era la tierra donde conviven  judíos y gentiles, de ahí que estuviera mal vista por los más observantes  y la clase dirigente  judía. Galilea corresponde no sólo a lo cotidiano, sino al mestizaje, a la mezcla de la cual resulta nuestra vidaNuestra vida hoy es Galilea; en nosotros conviven mezclados judíos y gentiles. En nosotros están juntos la cercanía y la distancia de Dios, la fe y el escepticismo, el amor y el odio, lo vivo y lo rígido, la salud y la enfermedad, la solidaridad y el egoísmo, la luz y la oscuridad.  Convivimos con personas que buscan a Dios y con personas que lo rechazan o niegan, o simplemente que  no se preocupan por él; con  personas que amamos y con otras con las que tenemos poco en común. Personas que ofrecen lo mejor de sí en el momento de la crisis y personas que, al contrario, siembran desánimo, miedo y desesperanza. 

 Es ahí, en medio de esa mezcla, donde está nuestra Galilea, y es ahí donde vemos al Resucitado. Necesitamos ojos nuevos para verle, para reconocerle; lo primero es aprender a mirar, y luego más tarde conseguiremos oír. Es más fácil celebrar al Resucitado que reconocerlo en medio de la vida: en los muchos rostros e historias de gente que pasa a nuestro lado, en la alegría que supera el dolor, o la pobreza que sabe compartir lo poco, o en la abundancia que se vuelve solidaridad y desprendimiento. En la libertad o el riesgo frente a la imposición y el miedo, en la naturaleza, en la música, en todo el arte. También en los que se movilizan para aliviar el sufrimiento y la necesidad de sus semejantes.
Cierras los ojos un momento y escuchas los aleluyas pascuales que te regala la vida continuamente, y que siempre sabes escuchar.


A lo largo de todo el tiempo pascual la Escritura nos va regalando claves para vivir con gozo nuestra fe, creciendo siempre y madurando espiritualmente. Esta segunda semana de Pascua, tras el asombro compartido con los discípulos por la Resurrección del Señor, somos invitados a buscarle en medio de la vida, a contemplarlo ahí, a sentirlo caminando a nuestro lado, invitándonos a su mesa y partiendo el pan para nosotros. Y recuerda: las dudas son parte del camino, de la búsqueda: ¿era necesario...? Mirando nuestra vida con los ojos del Resucitado podemos ver que todo estaba en las manos de Dios, que estuvo bien, que todo sirvió para que se formara en mí la imagen de Dios que me sostiene y me libera. Confiemos en el Señor, también ahora que somos probados, y oremos con las palabras del apóstol:

"Bendito sea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse, reservada para nosotros en el cielo".


Fray Manuel de Jesús

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