sábado, 29 de junio de 2019

EL SEGUIMIENTO DE JESÚS

En el Evangelio de Lucas el viaje a Jerusalén ocupa diez largos capítulos; no es un viaje topográfico, sino un viaje teológico, una especie de recurso literario de Lucas, a lo largo del cual Jesús va instruyendo a sus discípulos. No los instruye en una cátedra, o desde una academía, sino desde el camino, las viscisitudes cotidianas, los obstaculos que van apareciendo. Un viaje iniciático, que tiene como meta Jerusalén, y allí la entrega de la vida, la muerte, o como Lucas la describe: el tiempo de ser llevado al Cielo. Jesús asume este viaje con decisión, atrevimiento y valentía. 

En ese viaje a Jerusalén había que pasar por Samaria, y es curioso que Lucas presente siempre a Jesús en buena relación con los samaritanos, como también suele hacerlo el Cuarto Evangelio. Sin embargo, en este pasaje, Lucas resalta el rechazo: como ellos iban a Jerusalén, los samaritanos se niegan a recibirlos y darles acogida. Los samaritanos eran considerados herejes por los judíos; ellos solo creían en el Pentateuco y habían construido un lugar de culto para ellos, en el monte Garizín, con su propia liturgia.

Los discípulos no toleran a los herejes, a los que tienen creencias diferentes, y no soportan verse rechazados, por lo que piden a Jesús que baje fuego del cielo y arrase a esos samaritanos, cosa que Jesús rechaza. Escribe exactamente José María Castillo, de quien tomo estas ideas: " Lo que Jesús no soporta es a los que se consideran discípulos suyos y quieren unir el Evangelio con la intolerancia religiosa. Evangelio e intolerancia religiosa son incompatibles". 

 Luego de la decisión de Jesús de ir a Jerusalén, lo primero que hace Lucas es dejar bien claro que SER DISCÍPULOS DE JESÚS ES UNA COSA EXTREMADAMENTE SERIA.  Esto implica que el seguimiento puede hacerte entrar en conflicto con otras lealtades, quizá con las más serias lealtades de la vida.

 Se habla aquí de tres lealtades fundamentales
1. Renunciar al status, estar dispuestos a perder seguridades, instalaciones, dignidades, para verse como los animales del campo. 
2. Renunciar a las convicciones religiosas tradicionales, al modo convencional de entender a Dios y la religión: eso es lo que significa enterrar al propio padre, ya que para los judios piadosos el último servicio a los muertos era considerado como la cima de todas las obras buenas de la Ley. 
3. Renunciar a ataduras que impidan el servicio incondicional al Reino: es la libertad ante los vínculos de sangre que más condicionaban a la gente en el modo de vida patriarcal que vivió Jesús. 

Y por qué Jesús pide estas renuncias tan radicales para seguirle? Por la radical humanidad de Jesús hecha pasión dominante y determinante de su vida, que deben  abrazar también sus discípulos. Por la comunión en un mismo proyecto, que es proyecto por la vida, por la seguridad y dignidad de todo ser humano, hijo de Dios, por la felicidad y la plenitud para todos. Como ese cartel del Sagrado Corazón que vi ayer: Aquí cabemos todos. Los particularismos son contrarios al Reino, porque este implica comunión, echar abajo los muros y tender puentes, construir una nueva humanidad fraterna, compasiva y solidaria. 

El seguimiento es más que una religión y sus prácticas, más que una ideología; es un nuevo estilo de vida, un renacimiento, que se hace siempre "camino a Jerusalén", es decir, en medio de la vida, teniendo la muerte en el horizonte, pero también la vida, con la libertad que Dios nos ha dado (esa esa nuestra vocación, dice Pablo), sabiendo lo que Dios ha hecho con nosotros, y dejándonos guiar por el Espíritu. 

(Ideas de: José María Castillo, Enrique Martínez Lozano, Diario Bíblico y propias)

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