La Biblia cuenta que los espias de Josué pasaron la noche en su casa, y cuando el rey de Jericó envió a buscarlos ella los escondió y así salvó sus vidas. Esta decisión puede parecer algo simple, pero no olvidemos que Rahab era habitante de esa ciudad fortificada, y que los hebreos eran unos invasores que no hacía mucho tiempo atrás habían sido esclavos. ¿Por qué Rahab obró como lo hizo? La razón que aparece en el relato es esta: todo el pueblo estaba asustado porque había escuchado de la fuerza del Dios de los israelitas, y reconocían que era Dios en el cielo y en la tierra. Ella los ayudaría a cambio de protección, la suya y la de su familia.
La súplica de Rahab, podemos pensar, lleva implícita un deseo de cambio de vida. La mujer reconocde que el Dios de los israelitas es invencible y ve la visita de los espías como una oportunidad para entrar en una vida nueva, encontrando amparo y reconocimiento. La soga roja que Rahab pone en la ventana hace pensar en la sangre en los dinteles de las puertas de los israelitas en Egipto. Ella entra también en una tierra prometida, por su apertura al Dios de Israel.
Esta historia muestra como a veces por caminos extraordinarios el Dios de Israel se revela grande y misericordioso, lento a la ira, siempre dispuesto a perdonar, recompensando a todo aquel que espera en él y obra basado en esa confianza. A Dios no le interesa el pasado de una persona cuando se acerca a él, buscándolo con sinceridad, y ofrece siempre salvación, una vida diferente y una comunidad. Es lo que predicaron los primeros cristianos y lo que debemos seguir predicando hoy.
¿Somos capaces de vencer nuestros prejuicios cuando miramos a los demás y los juzgamos? ¿Podemos ver a Dios obrando en todos, en sus historias, también en sus errores y fracazos? ¿Qué nos dice el hecho de que esta mujer forme parte de la genealogía de Jesús?
(Ideas tomadas de ISHA, La mujer según la Biblia, SBU)
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