miércoles, 17 de julio de 2019

MUJERES BIBLíCAS: LA MUJER SAMARITANA.

En el Evangelio de Juan aparece un personaje a quien se le confía la importante tarea del anuncio del Mesías. Su nombre ha quedado para siempre en el anonimato. Simplemente se la conoce y recuerda como "la mujer samaritana" (Juan 4, 1-42).

¿Qué significaba en tiempos de Jesús ser una mujer de Samaria? Después del reinado de Salomón, hijo de David, el país  se dividió en dos, el reino del Norte y el reino del Sur; Samaria era la capital del primero, y luego de su caída, los conquistadores trajeron  habitantes de otras regiones, que complicaron el mosaico religioso de esa región. Así, los judíos marginaban y despreciaban a los samaritanos, a quienes consideraban alejados de la verdadera fe y modos de cumplirla (Jn 4,20), y eso generaba muchos conflictos entre ambos pueblos. En el diálogo que establece Jesús con la mujer samaritana se rompe, en primer lugar, una barrera religiosa.

Por otra parte, las mujeres en ese tiempo eran, por ley, eternas menores de edad, aun cuando alcanzaran la edad adulta, porque siempre siempre se encontraban bajo la tutela de algún hombre de su familia: el padre, el marido, el hijo, u otro familiar. Por eso los discípulos se extrañaron de que su maestro conversara con una mujer (Jn 4,27). 

 El encuentro de Jesús con la samaritana es un encuentro liberador, que apunta hacia la posibilidad de nuevas relaciones entre hombres y mujeres. Esta mujer , que además de samaritana, también parece vivir en una complicada situación marital, vivía una situación de marginación bastante fuerte, pero la irrupción de Jesús en su vida, su cercanía, y la oportunidad que le ofrece de ser parte de la familia de Dios de una manera nueva, la sacan de esa condición marginal, convirtiéndola en anunciadora, comunicadora de lo nuevo (del Mesías). 

 Es en este proceso, de quiebre de márgenes y barreras, donde Jesús se manifiesta como Dios (Yo soy), para derribar los obstáculos que marginan o dividen a la humanidad (raza, sexo, estrato social, creencias religiosas), haciendo de una persona marginada y excluida una persona integrada y comprometida con un propósito liberador.  La llamada de Dios siempre trasciende la liberación individual; la llamada te invita a ser persona (relación) y a participar de la liberación de otros: la samaritana acoge la buena nueva y luego corre a compartirla.

Veamos ahora el texto con un poco más de detenimiento:

 La samaritana es recordada por muchos como la mujer de muchos maridos. Sin embargo, su vida privada es un detalle, casi una excusa, que le permite a Jesús entablar con ella un diálogo de potente contenido teológico y catequético. (La referencia que hace el texto a los 5 maridos de la Samaritana puede ser interpretado también como los cinco pueblos extranjeros que migraron a Samaria en el período de dominación asiria). 

 El relato comienza diciendo que Jesús tenía que pasar por Samaria para ir a Galilea. La verdad es que existían otros caminos que eran los que usaba la mayoría de los judíos para evitar cualquier contacto con los samaritanos.  Así que esa idea de necesidad no era geográfica sino más bien ministerial. Es decir, Jesús quería pasar por Samaria, tenía razones espirituales para hacerlo.  Jesús va superando todos los límites que encuentra en su diálogo con la mujer, no le importan límites geográficos, ni étnicos, ni los prejuicios o normas referentes al trato con las mujeres, ni las diferencias religiosas.  Su propósito es hablar con la mujer a plena luz del día, y eso hace. 

El diálogo lo inicia el mismo Jesús con lo que aparenta ser un pedido simple: Dame un poco de agua ("Dame de beber"). La mujer responde sorprendida, no comprende cómo es que un hombre judío le pide agua, a ella, que es samaritana. La respuesta de Jesús en v.10 permite inferir, a partir del repetido uso de pronombres en segunda persona (te, tú) que es a ella a quien va dirigido el don, el regalo que Dios tiene reservado. La mujer no comprende el simbolismo que encierra la respuesta de Jesús, sin embargo, se va dando como un reconocimiento progresivo, y si primero lo ve como "un judío" (v.9), luego pasa (v.11) a llamarle "señor".

 Jesús continúa explicando, y aunque la samaritana sigue sin comprender completamente, por lo menos reconoce su necesidad.  En ese momento se invierten los roles del inicio del relato, y ahora es ella la que pide agua. En el v.18 Jesús demuestra que conoce la vida personal de la samaritana (su historia); sabe cuántos maridos ha tenido, pero no ahonda en las causas o motivos de esa diversidad (divorcio, viudez), ni juzga a la mujer (no usa frases como : anda y no peques más, o tus pecados quedan perdonados, como en otros pasajes evangélicos). 

 El penetrante conocimiento de Jesús le permite a la samaritana darse cuenta de que no está frente a un hombre cualquiera y por eso dice: Veo que eres un profeta. Este reconocimiento a su vez lleva la conversación hacia temas más profundos (teológicos): lo que dividía a judíos y samaritanos (el lugar donde adorar a Dios). Jesús le ofrece una tercera mirada, mostrándole que eso no es una barrera que le limite, porque Dios no se circunscribe a una ubicación geográfica. Dios necesita o quiere adoradores en espíritu y en verdad (v.23-24).


Finalmente, el v.26 descubre la mayor verdad que la samaritana pudiera oír: por primera vez en el cuarto evangelio Jesús pronuncia la frase: Yo soy (Ex 3.14-16; Jn 6.35; 8,12; 11, 25; 14, 6). Como no podía ser de otro modo, la frase produce su resultado: la mujer deja el cántaro y corre a compartir la buena nueva con sus conciudadanos.  Así como los discípulos varones dejaron la red de pesca para ir con Jesús a "pescar hombres" (Mc 1, 16-20), así la samaritana dejó su cántaro que solo podía contener agua del pozo, para convertirse en una mensajera de la verdad revelada, del agua de vida eterna. Se transforma así en la primera predicadora en tierra samaritana, con resultados sorprendentes, porque muchos creyeron en Jesús a partir de su testimonio (v.39). 

Jesús, que en este diálogo empezó siendo "un judío", acaba reconocido por la samaritana y por muchos otros que le escuchan directamente a él, como "salvador del mundo". Es un título peculiar, no lo encontramos en otros pasajes, pues parece provenir de una comunidad cristiana de esa región, lo mismo que todo el relato puede recoger el origen de dicha comunidad. 

 La estructura de este relato joánico parece tener un sentido catequético, porque muestra el crecimiento en la fe de esta mujer, en un diálogo con Jesús que puede reproducirse de muchas maneras en aquellos que se detienen a compartir lo que tienen con el Maestro. 

NOTA: Los samaritanos aparecen en otros textos del Nuevo Testamento, tanto en los Evangelios como en los Hechos de los Apóstoles. Jesús cita a un extranjero, samaritano, como ejemplo de amor y compasión (Lc 10, 25-37). Para Jesús, el samaritano es un buen vecino. Samaria es mencionada en Hechos, como lugar hacia donde se expande el anuncio de Jesús y la acción del Espíritu.

 (Texto preparado a partir de ISHA. La mujer según la Biblia, SBU, y otras lecturas)

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