"Vuelve, por favor, vuelve, quien quiera que seas, religioso, infiel, hereje o pagano. Aunque hayas hecho cien promesas y cien veces las hayas roto, esta puerta no es la puerta de la desesperanza y la frustración. Esta puerta está abierta para todos. Ven, ven, tal como seas". (Rumi)
sábado, 31 de diciembre de 2022
AMAURY PÉREZ VIDAL
ORACIÓN PARA EL FINAL DE UN AÑO
domingo, 25 de diciembre de 2022
NAVIDAD: REFLEXIONES PARA LAS LITURGIAS DEL DÍA
MISA DE VÍSPERAS
En el nacimiento de Jesús alcanza una cima señera la alianza de Dios con la humanidad. El Dios concreto de Israel es el Dios de la promesa; una promesa mantenida en la fidelidad. Y esa promesa nace de una alianza que da cuerpo a la forma de ser y de actuar que Dios tiene. Como un padre, como un esposo, como un pastor solícito, comparte nuestra historia sin abandonarnos nunca. Esta alianza ha surgido de su iniciativa personal y es un compromiso suyo de vivir en comunión constante con nosotros, aún cuando nosotros le seamos infieles. La alianza más elocuente y expresiva, más sugerente y profunda, es la que se forja entre dos amigos, dos amantes, dos esposos. La alianza de Dios con el pueblo es, según la Biblia, parecida a la alianza nupcial; mejor, es su raíz y su posibilidad. No es un contrato, una ley, sino un compromiso personal. La historia del pueblo de Dios, la historia bíblica, es la historia de esa alianza tejida de infidelidades por parte del hombre y de una fidelidad sin falla por parte de Dios.
La Navidad es la cota hasta ahora más alta de lo que da de sí la entrega y el compromiso de Dios con los seres humanos, simbolizado por la alianza. Ahora sabemos lo que encierra la promesa de fecundidad hecha a Abrahán, la promesa de descendencia hecha a David. Del amor de Dios al ser humano, de las nupcias del cielo con la tierra nace el rocío y la vida del Niño-Dios; del árbol frondoso de generaciones y generaciones mantenidas por Dios en la esperanza brota el retoño de Jesús, primogénito de una humanidad nueva.
MISA DE MEDIANOCHE
La misa navideña de medianoche celebra el alumbramiento de María, que da a luz al Niño. Pero, en un sentido más profundo, esta noche festeja ese otro alumbramiento más universal por el cual Dios a través de Jesús, hace que surja la luz de en medio de las tinieblas. Las tinieblas son la oscuridad que hay en el mundo a causa de las injusticias, el hambre, la pobreza; a causa de la opresión de unos hermanos sobre otros; a causa del orgullo del hombre, de su avidez de poder y de dominio. Todo ello constituye como una oquedad tenebrosa, como un seno estéril, como una tumba.
Hasta aquí desciende María y el fruto de su vientre, cuando tienen que refugiarse en la gruta abandonada, cuando tienen que someterse a las órdenes de un gobernador impuesto por potencias extranjeras y abandonar la propia casa. Hasta aquí ha descendido Israel, país pequeño, su patria chica, ocupado durante siglos por países más poderosos.
En medio de esa noche oscura nace Jesús, como niño inefable que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Dios ha suscitado del corazón de la noche la aparición luminosa y real de un hombre, hijo del hombre e Hijo de Dios .Ha resonado la Buena Noticia, la alegría, la claridad de la aurora. Dentro de unos años, pocos, volverá a brillar de nuevo la gloria, el esplendor de Dios, también a través de Jesús, cuando le resucita el Padre por haber sabido descender hasta la muerte en cruz y hasta la tumba ignominiosa de los ajusticiados, el favor de los hermanos.
El alumbramiento de la noche, no el oscurecimiento del día, es la palabra definitiva de Dios.
MISA DE LA AURORA
La Iglesia pasa la noche de Navidad en vigilia festiva, imitando a María, que medita en su corazón. La noche es un tiempo propicio para el silencio y el diálogo meditativos. La meditación del creyente, como la de María, consiste en escuchar el propio corazón, en "re-cordar" y "a-cordarse". La memoria es un recordar, es decir, un hacer que todos los ecos del mundo y de la historia, que como ondas nos circundan, resuenen en nosotros, cobren vida y actualidad, sintonizando a su vez con las otras ondas más profundas que nacen del fondo de nuestro ser, con nuestras aspiraciones, experiencias, sufrimientos y esperanzas.
La memoria nos hace presente el pasado de la historia santa y de la historia humana, pero de una manera real, vital, "cordial", para llevar a cabo y a feliz término todas las posibilidades que en el pretérito han quedado malogradas, desaprovechadas, frustradas y son germen de futuro. La Navidad nos recuerda la historia liberadora que Dios inicia en Israel y quiere llevar a su culminación con Jesús, el enviado para quebrar todas las cadenas de opresión y servidumbre.
Jesús, según la voluntad de Dios, nos libera desde dentro de nuestra propia esclavitud compartiendo en su mismo nacimiento nuestra menesterosidad y desvalimiento. Su acción liberadora de los pobres quedó como truncada por su muerte, causada por la persecución de los propios hermanos. . La memoria de la vida y del nacimiento de Jesús, en fin, de su empresa liberadora nos permite hacerla presente en el corazón de los seres humanos que la aguardan con impaciencia y en la realidad de la historia, como una incitación, como una fuerza propulsora irreprimible que nos empuja hacia adelante.
MISA DEL DÍA
La fe de los cristianos celebra el misterio de la Palabra hecha carne. La Navidad especialmente es palabra densa, real, sustancial, porque es epifanía, revelación, manifestación. PALABRA significa revelación personal, apertura de lo más personal a Dios: su amor, su misericordia, su paternidad, su entrañable ternura. Sin la Navidad, sin la encarnación, nuestra vivencia de Dios habría estado sometida a aberraciones, porque nos faltaría la luz de esta revelación.
Gracias a la Palabra hecha carne sabemos que el Dios verdadero no es el de los filósofos, el Dios teísta, sino el que comparte nuestro destino en todo, el que entra en el juego y en el riesgo de la historia, que es el riesgo de la muerte. Por tanto su cercanía al ser humano cobra una proximidad inusitada. Dios echa sobre sus espaldas todo el rebajamiento y humildad de los pobres, los oprimidos, los olvidados. Y así nos descubre un rostro de Dios que nosotros no nos hubiéramos atrevido a imaginar. Tras la encarnación Dios es Señor no por su fuerza, sino por la humildad; no por el poder, sino por la debilidad; no por la coacción, sino por el silencio.
Ese es el lenguaje inefable de la Palabra hecha carne; un lenguaje de actos, de amor, de verdad profunda y personal.
(Notas tomadas del Misal de la Comunidad)
viernes, 23 de diciembre de 2022
CREDO SENCILLO PARA NAVIDAD
miércoles, 21 de diciembre de 2022
EL ADVIENTO NO SE ACABA... LA NAVIDAD TAMPOCO
lunes, 12 de diciembre de 2022
TERCERA SEMANA DE ADVIENTO: "SIGNOS DEL ADVENIMIENTO DE CRISTO"
El futuro que nos aguarda se nos anuncia a través de ciertos signos y señales; en ellos se nos adelanta y anticipa el Reino de Dios. "Anuncien lo que han visto y oído" (Lc 7,21). El signo principal es el heraldo, el profeta, el testigo que pregona la Buena Nueva del Evangelio acogida antes por él y hecho vida gozosa en su existencia.
También son signos del advenimiento de Dios los pobres, los humildes, el llamado "resto de Israel", es decir, esa masa de hombres y mujeres marginados por los poderosos; la incontable diáspora de quienes viven prostituidos... Los publicanos y las estériles anuncian el Reino porque éste es gratitud pura y no llega como resultado de nuestros merecimientos ni de nuestras búsquedas. Para Dios, los lejanos son los cercanos, y los últimos, los primeros. Ciertamente hace falta fe y disponibilidad, es decir, que la tierra esté abierta. Pero lo decisivo es el rocío y la lluvia de lo alto.
Escrutemos los signos de los tiempos, observemos el rumbo que llevan los acontecimientos. No nos escandalicemos de que el más pequeño, si se abre al Reino, sea un profeta más poderoso que el Bautista.
Preguntemos a los que se acercan a nosotros con los signos de Cristo: ¿eres tú el que ha de venir? Pero no nos escandalicemos si el Cristo que llega es el que menos esperamos, el pobre de Yavé, manso y humilde, y no el condenador de nuestros enemigos, como quisiera ese hombre pecador que llevamos dentro.
(Misal de la Comunidad)
sábado, 10 de diciembre de 2022
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO: MORIR A LO VIEJO PARA QUE NAZCA LO NUEVO
Ya estamos en el tercer domingo de Adviento, cada vez más cerca la fiesta grande del nacimiento de Jesús. Hoy alguien cuestionaba en las redes el por qué celebrar ese día, si en realidad no conocemos la fecha de su nacimiento histórico; claro que Jesús no nació un 25 de diciembre, fue la Iglesia en un momento determinado quien eligió ese día, acorde con la cultura religiosa de entonces: ese día se celebraba al Sol invicto en la religión politeísta en el Imperio Romano, antes de que el cristianismo ocupara su lugar y asumiera sus funciones. Pero no es tan importante si ese día nació, sino que nació y vivió y murió y resucitó por nosotros, con nosotros. No celebramos, como a veces he leído, "el cumpleaños de Jesús"; el 25 de diciembre celebramos uno de los dos grandes Misterios de la fe cristiana: la Encarnación.
Veamos entonces lo que la Palabra nos reserva para nuestra meditación y celebración de este domingo, llamado tradicionalmente "de Gaudete", que en latín significa "Alegría", porque así empieza la antífona de la eucaristía en este día: "Esten siempre alegres en el Señor; se los repito, estén alegres. El Señor está cerca" (Filipenses 4, 4.5).
Primera lectura (Isaías 35, 1-6a.10): Un profeta, discípulo de Isaías, expone al final del destierro el gozo de la restauración de Judá, signo, manifestación histórica de la salvación. Esa restauración es obra de Dios, y en ella revela su poder, sus caminos y su misericordia. La vuelta a Jerusalén (símbolo de la salvación) se describe como una renovación de la naturaleza y una transformación del hombre. Y supone también un juicio. Es como una peregrinación sagrada, que nos remite a Jesús, que llega también perdonando y sanando, revelándose como Dios salvador.
Salmo 145: "Ven, Señor, a salvarnos". La llegada del Mesías traerá renovación, transformación y liberación, sobre todo de los oprimidos, de los últimos: hambrientos, cautivos, viudas, huérfanos... No es meramente una salvación espiritual como vemos en el texto, que habla de realidades concretas, de sufrimiento humano.
Segunda lectura (Santiago 5, 7-10): La perspectiva de la Venida del Señor se convierte en exhortación a la santidad de vida; esa espera, alegre y esperanzada, condiciona la vida del cristiano; ha de vivir con paciencia y fortaleza, amando y sirviendo a los hermanos. Toda la vida cristiana está signada por esta tensión escatológica.
Evangelio (Mateo 11, 2-11): La pregunta de Juan Bautista para Jesús da un carácter particular a este domingo; dijimos en los domingos anteriores que en los momentos más difíciles y oscuros del camino podemos dudar y preguntarnos: ¿Será o no será este el camino verdadero? Pero también sucede que a menudo idealizamos el futuro, lo fijamos según nuestras perspectivas, y Dios desafía siempre nuestros conceptos religiosos, invitándonos a reconocerle en lo que es, en lo Real. El mensaje de Juan Bautista va en una línea diferente a la de Jesús; el prepara el camino según los conceptos judíos de realeza y destino de esa nación, y lo hace con un lenguaje duro, apocalíptico. Pero ahora Jesús se aparece con otra cosa, otro lenguaje, otras formas, y habla de perdón, de preferencia por el pobre, incluso de salvación más allá de las fronteras del pueblo elegido. Juan está preso, y a las puertas de la muerte, y no entiende: por eso pregunta: ¿Eres Tú o seguimos esperando a otro?. Jesús le responde citando a los profetas de Israel que Juan conoce, pero también alaba a Juan, reconoce su misión y su grandeza, al mismo tiempo que señala el tiempo que llega: "El más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que Juan".
El Bautista cierra una época y una nueva se abre con Jesús; a veces nosotros seguimos aferrados a las formas y estilo de Juan Bautista, nos gusta su lenguaje duro, de amenazas y castigos (sobre todo porque casi siempre es para otros y no para nosotros), que tal vez son necesarios para llegar a Jesús, en el caso de algunos o en determinados ambientes. Pero ese no es el Evangelio de Jesús, no es lo que nos colma de alegría al preparar los caminos del Señor. A veces algo tiene que morir en nosotros para que nazca lo nuevo (la estrechez de ciertos conceptos religiosos), y toda muerte es difícil y dolorosa, pero debemos entrar en la alegría, la sorpresa, el renacer que trae Cristo cuando llega a nuestra vida.
Eso es lo que esperamos y preparamos en Adviento.
Fray Manuel de Jesús, ocd.
lunes, 5 de diciembre de 2022
INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA (2)
INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Hoy se habla mucho de ir al fondo, al origen, a la raíz. Sabemos que la fuente de solución de todas las cosas está en recomponer los cimientos sobre los que se apoya el edificio. De aquí nace ese deseo de ir a la base, de llegar a la hondura de las cuestiones, de sanar las situaciones desde la misma raíz. Los movimientos reformadores buscan esto. No se conforman con poner remiendos nuevos en vestidos viejos; es necesario hacer todo nuevo, y a esto le llaman revolución: ver el origen de los males, curarlos en su misma fuente, para que surja algo completamente nuevo.
El ser humano está herido. Pero no es una llaga periférica lo que tiene, sino un mal enraizado, en la raíz. El núcleo mismo del ser humano ha sido dañado. Por eso Dios, a través de la imagen de María, nos manifiesta su decisión de hacer todo nuevo, desde las mismas raíces. Eso es la Inmaculada Concepción de María: el anuncio del plan de Dios de hacer surgir una nueva creación, en la que el ser humano, hombre y mujer, alcance un estilo de vida lleno de luz, en posesión de sí mismo, en comunicación con los demás y en relación con Dios.
El mensaje de esta fiesta, celebrada en medio del Adviento, es el anuncio de que hemos sido sanados desde los cimientos de nuestra propia naturaleza, y la Humanidad camina hacia una redención y plenitud realizada en Cristo, que empezó con María y su aceptación del plan de Dios. Esta es la promesa y el objeto de nuestra fe y esperanza.
ORACIÓN: "Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a Ti limpios de todas nuestras culpas".
LECTURAS PARA LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA:
PRIMERA: Génesis 3, 9-15.20. La figura adámica expresa la radical condición de servidumbre, y las penalidades en que esta se concreta, asociadas al mal y este al fallo humano. Los descendientes de la madre simbólica (todo el género humano) se saben comprometidos en la lucha con el mal. En ese propósito les alienta una promesa de victoria: Dios está con el hombre en esa lucha. La historia de la salvación señala su presencia en personas y signos que le revelan redentor.
SALMO 97: "Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas".
SEGUNDA: Efesios 1, 3-6.11-12. María pertenece al proyecto primitivo del Creador, que es un proyecto optimista y favorable a la humanidad. La Inmaculada Concepción de María es la fiesta del optimismo cristiano.
EVANGELIO: Lucas 1, 26-38. El anuncio hecho a María de su maternidad divina es una noticia alegre y estimulante. Dios se hace hombre para siempre. No como los dioses paganos que sólo hacían breves incursiones en este valle de lágrimas.
PALABRA Y EUCARISTÍA: Jesús no conoció el pecado, es la primera criatura de la nueva creación; es santo, y Dios se comprometió de tal manera con él, y con nosotros en él, que venció en su vida la raíz misma del pecado humano. Es un motivo grande para bendecir a Dios, y al celebrar la Eucaristía debemos caer en la cuenta de que todos ya participamos de algún modo de lo que es Cristo, y fue María: santos e inmaculados (Ya, pero todavía no plenamente). Esta fiesta anuncia nuestro destino también.
REFLEXIÓN:
"Celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Para nuestro pueblo, María es la Madre con su niño en brazos; Jesús es el fruto bendito de su vientre. Es también la Dolorosa que al pie de la cruz acompaña a su hijo crucificado, con un corazón traspasado por la injusticia. Ella, la de puro corazón, sin doblez ni malas intenciones, es la mujer bendita porque en ella se reivindica el papel de la mujer en la historia, llena de gracia, como toda mujer que se desgasta por amor engendrando vida nueva. Ella también es presencia y palabra de una humanidad nueva, liberada del "orgullo de nuestra naturaleza egoísta", representación de esa nueva creación del Reino de Dios entre nosotros. Las celebraciones marianas tienen un sabor popular dulce y entrañable porque en ellas queda evidenciado el amor a la Madre de Jesús y madre nuestra. Ojalá que al hacer memoria agradecida de María, agradezcamos el don de las mujeres de nuestra vida, y trabajemos por la realización plena del proyecto de Dios que inauguró María con su Sí".
(MISAL DE LA COMUNIDAD y Bíblico 2022).
EL ADVENIMIENTO DEL REINO (Segunda semana de Adviento)
¿Qué hemos de esperar, como humanos y como creyentes, de nuestro futuro? Los profetas, especialmente Isaías, nos lo irán revelando llenos de una esperanza indefectible, paciente, fiducial. Todo lo que hay de desierto en nuestro presente será transformado en vergel .El inmenso yermo que nos rodea irá siendo regado por los ríos, fuentes, manantiales del espíritu. Detrás de estás imágenes está la promesa eficaz del renacimiento y el despertar como nuevas creaturas, y el perdón de los pecados.
Pero ahora no vivimos en la pura expectación. Con Cristo han entrado ya en la historia las primicias de las promesas. Por eso la liturgia de Adviento menciona a las grandes figuras "fronterizas" del advenimiento del Reino.
En primer lugar, Elías. Elías volvería a aparecer, según la piedad popular de los judíos, cuando fuera ya inminente la llegada del final. Con Jesús ha llegado la inminencia del final y por eso nos dice Mateo en su evangelio: "Elías ha venido" (17,12).
En segundo lugar aparece Juan Bautista. Juan es la figura que marca la línea divisoria entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre el tiempo antes de Cristo y después de Cristo. Por aquí pasa la frontera que separa una historia que vive de la pura esperanza y otra, la nuestra, que empieza a poseer ya los bienes esperados, los bienes mesiánicos. Aunque esta posesión sigue estando amasada con el dolor, el esfuerzo, la persecución.
LECTURAS DE SEMANA
Lunes: Isaías 35, 1-10 (Una corriente de gozo atraviesa todas las cosas, anunciando al Dios que viene, y el pueblo redimido camina por un desierto transformado).
Martes: Isaías 40, 1-11 (Adelanto del gozoso evangelio de que Dios perdona y viene, para acompañar a los desterrados a una nueva tierra, y en el anuncio ya está Dios visible).
Miércoles: Isaías 40, 25-31 (La angustia del destierro pone un velo en los ojos y oculta al Dios salvador; el profeta invita a mirar la creación y a sentir presente la fuerza del salvador).
Jueves: Inmaculada Concepción
Viernes: Isaías 48, 17-19 (No basta que Dios prometa; el pueblo ha de hacer suyas esas promesas, comprometerse con el proyecto de Dios).
Sábado: Eclesiástico 48, 1-4.9-11 (Elías, como precursor de la era mesiánica; símbolo del juicio de Dios, antes de la reconciliación).
SALMOS (Antífonas)
Lunes: Nuestro Dios viene y nos salvará (84).
Martes: Nuestro Dios llega con poder (95).
Miércoles: Bendice, alma mía, al Señor (102).
Viernes: El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida (1).
Sábado: Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (79).
EVANGELIO
Lunes: Lucas 5, 17-26. Jesús y el paralítico. La salvación que trae Jesús no ignora las necesidades materiales del ser humano, porque viene a liberar al hombre entero.
Martes: Mateo 18, 12-14. Dios no quiere que se le pierda ninguno de los suyos; debemos salir de nuestros límites religiosos para buscar a Jesús y a los que son suyos, más allá de las fronteras de la Iglesia.
Miércoles: Mateo 11, 28-30. Vengan a mí todos los cansados. Todo intento de atemorizar la conciencia con exageraciones escatológicas o nimiedades no tiene nada que ver con el yugo llevadero y la carga ligera que anuncia y promete Jesús.
Viernes: Mateo 11, 16-19. Más que puritanismo estéril, capacidad de discernimiento para reconocer los signos de Dios en nuestro tiempo y nuestro mundo.
Sábado: Mateo 17, 10-13. Reconocer a los profetas de antes y de ahora es estar advertidos de los obstáculos y combates del presente.
(DE: MISAL DE LA COMUNIDAD, y Fray Manuel de Jesús, ocd )
sábado, 3 de diciembre de 2022
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO: "EL FUEGO DE SU ESPÍRITU"
Si el primer domingo de Adviento pedíamos a Dios avivar nuestra fe, y el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las buenas obras, ahora en este segundo domingo (como en el tercero), nos dejamos provocar por la figura y predicación del precursor, Juan Bautista. También por la imaginación poética y teológica del profeta Isaías y la exhortación del apóstol Pablo, para con ellos seguir preparando un camino al Señor que viene a nuestro encuentro en las celebraciones de la Navidad.
Lo primero, recordar que Juan Bautista, el precursor, anuncia a uno que es mayor, pero también mejor que él; por eso la oración colecta empieza invocando a un "Dios de misericordia", cuyo reinado hace presente Jesús con su venida. De ese tiempo nuevo, superior, diferente, ya habla Isaías en la primera lectura: "Aquel día", dice, y describe una época de reconciliación, armonía y paz, del pueblo con Dios, de todos los pueblos entre sí, y también reconciliación y armonía con la creación. Promesas que siguen siendo motivo de esperanza en tiempos de guerras y cambio climático, de injusticias y desastres naturales. La humanidad sigue anhelando y esperando un tiempo nuevo... pero todavía no es capaz realmente de prepararlo, de trabajar por él, plenamente, de ahí la importancia y necesidad de nuestro anuncio como cristianos.
Pablo también habla de reconciliación y armonía, de la obra de Cristo, que vino para hacer de judíos y gentiles un mismo pueblo, que camina hacia la plenitud en Dios. Invita a buscar en las Escrituras (alimentarnos de la Palabra) y a tener los mismos sentimientos de Cristo, acogiendo y sirviendo a todos.
La prédica del Bautista en el texto de Mateo es fuerte, con lenguaje provocador y apocalíptico, al estilo de los profetas de Israel, moviendo a la conversión y el cambio de vida, para preparar los caminos de Dios, pero también en su voz está el anuncio de lo que vendrá: el Reino en Jesús, "uno a quien no merece ni atarle las sandalias", y con él, un tiempo nuevo, una nueva creación, la época de paz y armonía que vislumbra Isaías.
Jesús es todo eso, para el final de la historia, cuando vendrá como juez, pero también lo es ahora para quien se cruza con él en el camino de la vida. Un despertar o un nuevo nacimiento. Jesús no trae solo agua para bautizar, no es una mera limpieza exterior, sino que también viene con fuego, el fuego de su Espíritu, que nos entra dentro y nos purifica y enciende en amor. Él trae de Dios una justicia mayor (para pequeños, marginados, víctimas de injusticias de todo tipo), exigente, pero colmada de paciencia y de misericordia. Porque el amor que trae Cristo es impulso a la donación plena, a la plenitud, tanto para cada uno de modo personal, como para la Iglesia y para nuestro mundo.
Las ideas clave para este segundo domingo serían, pues: mirar las promesas de Dios, desear en grande lo bueno y pleno que viene de Él; trabajar por la unidad de la comunidad creyente que hace presente esas promesas en medio del mundo, con palabras y con obras. Y vivir la fe con propósito firme, con disciplina, no moviéndonos por costumbre o inercia, sino creciendo cada día, dejándonos mover por esa "llama de amor viva" que nos habita.
Volviendo a la oración colecta de este segundo domingo, miramos nuestra vida, nuestros esfuerzos y propósitos como discípulos, pidiendo a Dios que no permita que los afanes de este mundo impidan nuestros deseos de buscar a Cristo, de prepararle un camino, esforzándonos en adquirir nosotros la sabiduría divina que viene de Dios como don y que nos permite participar de su plenitud. Que también en nuestros días, con Su gracia y nuestro trabajo, florezca la justicia y la paz abunde eternamente, y así el Enmanuel (Dios-con-nosotros) encuentre lugar donde seguir naciendo para la salvación del mundo. Amén.
Fray Manuel de Jesús, ocd.
viernes, 2 de diciembre de 2022
LA ORACIÓN COLECTA DE LOS DOMINGOS DE ADVIENTO
martes, 29 de noviembre de 2022
LA SEGUNDA LECTURA DE LOS DOMINGOS DE ADVIENTO (A)
Primer domingo (Romanos 13, 11-14): NUESTRA SALVACIÓN ESTÁ CERCA. Pablo exhorta al cristiano a vivir en el amor de Dios; la razón está en el momento en que vivimos. Este momento es la OPORTUNIDAD última que el Padre ha otorgado al mundo para que encuentre salvación. Es el tiempo último, "escatológico". También porque se inicia en la ENCARNACIÓN y se prolonga, a partir de la Resurrección y Ascensión del Señor, a los tiempos de la Iglesia. La vida en este tiempo último impone al cristiano unas exigencias concretas: brotan de su arraigamiento en el amor del Padre y las concreta San Pablo como vida en el día, en la luz, atentos a la salvación comunicada, vestidos de Jesucristo y apartándonos de las obras de la noche.
Comentario pastoral: La fe no es una adquisición de una vez para siempre, sino que implica un proceso de constante evolución, una permanente atención a las imprevisibles sorpresas de ese Dios nuestro que siempre está viniendo.
Segundo domingo (Romanos 15, 4-9): CRISTO SALVA A TODOS LOS HOMBRES. Pablo pide la unión de todos los cristianos; esta unión debe abarcar a todos y debe brotar de la imitación de Cristo, quien acogió a todos, sin distinción entre judíos y gentiles. En su vida Cristo ofreció a los judíos la salvación; así manifestó la realización de las promesas hechas por el Padre y la fidelidad de Dios a su palabra. Ofreció también la salvación a los gentiles, para que se manifestara la misericordia de Dios Padre para con todos los seres humanos. Dentro del cristianismo, no cabe, pues, ninguna distinción que tenga como motivo la fe recibida. Esta es ofrecimiento universal para la salvación de todos los hombres.
Comentario pastoral: La salvación que Cristo aportó a todos los seres humanos y que los cristianos deben ir realizando a través de los tiempos es ciertamente universal pero no unidimensional: el Evangelio fue ofrecido a judíos y gentiles, sin obligar a los gentiles a hacerse judíos ni viceversa.
Tercer domingo (Santiago 5, 7-10): MANTÉNGANSE FIRMES. La exhortación a la santidad de vida, la apoya Santiago en la perspectiva de la venida del Señor. La espera de esta venida condiciona la vida del cristiano, que debe tener paciencia (aguante firme ante las exigencias cristianas, esperando los frutos de las buenas obras), fortaleza ( que es un aspecto de la misma paciencia) y amor a los hermanos (no juzgarlos ligeramente; el juez es el Señor). Toda la vida cristiana se tensa con esta perspectiva escatológica y con la espera firme en la Vuelta del Señor.
Comentario pastoral: La esencial actitud cristiana de espera y esperanza de la venida final del Señor no es una actitud pasiva y silenciosa, sino que ha de estar llena de la actividad batalladora y operante de la denuncia profética.
Cuarto domingo (Romanos 1, 1-7): JESUCRISTO, HIJO DE DIOS. En el encabezamiento de la carta a los Romanos, Pablo se proclama Apóstol, con la misión de proclamar el Evangelio de Dios. Y en un paréntesis largo expone las líneas esenciales de este Evangelio: Presentar a Jesucristo como Hijo de Dios; como el que fue anunciado en todo el Antiguo Testamento; como descendiente de David, perteneciente al pueblo judío; entroncando en la humanidad que viene a salvar; como confirmado por el Padre como Hijo en la resurrección. De este Jesús recibió Pablo su misión y el poder para proclamar la Buena nueva de la salvación.
Comentario pastoral: El Evangelio es la Buena Noticia, o sea: se ha encarnado en un hombre, Jesús, y así se realizan con la humanidad unas bodas sin posibilidad de divorcio, ya que a partir de ese momento la humanidad romperá las fronteras de la muerte para vivir la resurrección.
(Notas tomadas del Misal de la Comunidad y de los Comentarios Bíblicos al leccionario dominical del SNL, España)
lunes, 28 de noviembre de 2022
ISAÍAS: UNA VOZ HENCHIDA DE ESPERANZA (Primera semana de Adviento)
Durante el Adviento oímos la voz eminentemente profética de la tradición bíblica, a través de su representante principal: Isaías; una voz henchida de esperanza. La conciencia profética del pueblo de Dios no sólo recuerda el pasado, sino sobre todo, anuncia el futuro aún pendiente de la humanidad y de la acción de Dios.
Como un caudal pletórico de aguas transparentes nos llega a través de Isaías toda la temática de la esperanza cristiana: el anuncio del nuevo centro del mundo: el monte Sión, donde se halla asentada la casa del Señor. Allí confluyen los pueblos de la tierra para celebrar el festín mesiánico. Allí se sentarán los hombres a la misma mesa reconciliados entre sí.
Se fundirán las espadas para hacer arados; el cordero y el lobo vivirán juntos. Se curarán las enfermedades, se enjugarán las lágrimas, brillará la justicia.
El Espíritu se derramará como aceite perfumado, haciendo brotar la sabiduría en todos los corazones. Los troncos resecos reverdecerán y de ellos brotarán tallos esbeltos, los seres humanos resucitados. Los ciegos verán y una luz esplendente irradiará por todos los paisajes del mundo.
Este es el lenguaje arcano, poético, casi mítico de los profetas de Israel. A nosotros nos toca desentrañarlo, interpretarlo, acercarlo, irlo haciendo real gracias al Señor, que nos regala una fe esperanzada.
LUNES (Isaías 4, 2-6): El destino del pueblo de Dios es la vida en plenitud. Pero muchos modos de muerte le amenazan, mientras va como por inhóspito desierto. Un resto de sobrevivientes, purificados por el juicio, cobijados en la tienda del Dios de la vida, es el principio dinámico del pueblo. El profeta lo ve llegar a plenitud y lo dibuja mediante simbolismos de la historia pasada y de signos de la presencia de Dios entre los hombres.
MARTES (Isaías 11, 1-10): La era mesiánica es la más audaz versión que el pueblo bíblico supo hacer de sus aspiraciones y esperanzas. Quiere la paz universal asentada en la justicia y sueña con que la conflictiva creación encuentre la armonía. Son términos aún insuficientes para expresar el anhelo de infinito. El profeta encarna la esperanza en Dios, en la espera del rey ideal que establezca un orden justo.
MIÉRCOLES (Isaías 25, 6-10a): La imagen del banquete es conocida como símbolo de plena felicidad. Invitados a él son todos los pueblos de la tierra. El profeta desentraña lo que quiere anunciar con ese símbolo, alimentador de la esperanza. Dios se revela salvador, y caen los velos de todos los ojos para verlo; la realidad no defrauda a los que esperan; la muerte es vencida. El banquete es la vida en el reino de Dios.
JUEVES (Isaías 26, 1-6): La comunidad creyente, el pueblo justo lleva en su interior la letra y la música de un canto de victoria. El profeta lo hace sonar. Habla de la elevación del humilde, de paz, de fortaleza. Dios es la ciudad amurallada en que se hace fuerte el pueblo de los justos. Las fuerzas del mal se estrellan allí, vencidas.
VIERNES (Isaías 29, 17-24): El ojo profético vislumbra como cercana la salvación total. La totalidad está ya presente en el interior de los que esperan, aunque no aparezca en el orden externo, objetivo. Se la entiende como liberación de la pobreza de la tierra, de la tara personal, del abuso social. La liberación, cuando Dios está en su hondura, es salvación, y la historia humana es el lugar donde se realiza.
SÁBADO (Isaías 30, 19-21. 23-26): El anuncio de salvación es traducido por el profeta en términos cercanos, de fertilidad y abundancia, de consuelo para el llanto, de luz para el camino. Los que se vuelven a escucharlo, encuentran en esa cercanía el infinito. Dios está ya en el movimiento del que gime en carencia, del que desea curación y del que aspira a mayor bien.
MISAL DE LA COMUNIDAD
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO: "SALIR AL ENCUENTRO DE CRISTO QUE VIENE"
Abre el nuevo ciclo litúrgico con el anuncio de nuestra liberación: "Levántense, alcen la cabeza, se acerca su liberación", suscitando un poderoso sentido de ESPERANZA. Cada generación, cada momento histórico, pero en mayor medida el nuestro, vive una expectación absoluta de futuro, mezclada con cierto sentimiento de agonía y de cansancio, pues los sueños y anhelos conviven con la realidad cotidiana, transida de fracasos y fragilidades.
De ahí que cobre mayor significado la misión profética del pueblo cristiano, que es encender la llama de la esperanza, y el ofrecer una visión. Es una tarea difícil, pues mirando la historia humana (tanto la pasado como la reciente) parece que hay poco espacio para el optimismo; también en otros lugares del planeta una vida muelle puede hacer naufragar esa visión, olvidando que la prosperidad es de unos pocos en el planeta, y que Dios desde los pobres y marginados de nuestro mundo sigue clamando por justicia, equidad y solidaridad.
Todo ese anhelo es cristiano, y por ello exige CONVERSIÓN y apertura, y exige despertar de nuestros sueños alienantes (también los religiosos) para abrir paso a la realización del proyecto de Dios para la humanidad. Toda evasión de la realidad deja de ser cristiana y no encuentra justificación en Jesús ni en su mensaje; de ahí la necesaria tensión de vivir en cristiano: estar en el mundo y no ser de él, trabajar el presente mientras se espera y construye desde este el porvenir. La esperanza cristiana no da la espalda al mundo sino que se sumerge en él con semillas de subversión y novedad; no es malo el mundo, sino lo que hemos hecho con él.
"De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra".
El primer domingo de Adviento quiere, por tanto, despertar de nuevo en el pueblo que camina, el anhelo de liberación y la confianza en el porvenir de Dios. "Aviva en tus fieles el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene, acompañados por las buenas obras", y que todo en nosotros se convierta en clamor de vida nueva.
Sabemos que la fe no es algo que se adquiere de una vez para siempre; implica un proceso en constante evolución, una permanente atención a las imprevisibles sorpresas de ese Dios nuestro que está siempre viniendo. Por eso Pablo nos exhorta con estas frases:
1. Dense cuenta del tiempo en que viven, despierten del sueño...
2. Dejemos las actividades de las tinieblas, y pertrechémonos con las armas de la luz...
3. Vístanse del Señor Jesucristo...
Aun queda por delante un imprevisible camino hasta que la promesa de la nueva tierra, la tierra pacificada y reconciliada, tenga cumplimiento. Por eso cada Eucaristía nuestra es la plegaria del "maran-atha" (Ven, Señor Jesús) en el entretanto. Es la memoria que se convierte en profecía y esperanza; gracias a ella no temblarán nuestros pies cuando tengan que entrar cada año en la oscuridad de lo nuevo.
Fray Manuel de Jesús, ocd
Misal de la comunidad